"Todos los LUNES compartiendo mis sueños y pensamientos contigo"

miércoles, 31 de diciembre de 2008

BALANCE DEL AÑO

Otro año que termina. Por ello, no puedo evitar pensar en su evolución, en todo lo acontecido estos 366 días de este año bisiesto al que le quedan escasas horas.
Todos habremos pasado por buenos momentos, por malos, por días regulares, por épocas normales o directamente por experiencias totalmente prescindibles en nuestras vidas. Pero no me puedo quejar (puede que comparándolo con el penoso año 2.007 que nos tocó pasar a mi familia y a mí, este año me haya parecido un auténtico paraíso); del 2.008 me llevo una cantidad de vivencias que me han hecho aprender un poquito más de la vida: amistades con las que puedo contar para lo bueno y lo malo, para divertirme, pasármelo en grande con ellas y que tengo como gran apoyo; he reencontrado viejos amigos que no esperaba volver a ver y que me han hecho, me hacen y espero que me hagan -durante mucho tiempo- muy feliz; he conocido personas que me han sorprendido, tanto para bien como para mal, y de las que me llevo una nueva perspectiva de la vida; he cultivado, por desgracia, o han nacido nuevas enemistades con las que no esperaba contar y las que me hacen valorar las amistades verdaderas que tengo; personas que nunca olvidaré y que seguiré viendo aunque sea una vez cada mil años, han desaparecido de mi vida, porque nuestros caminos se han separado por circunstancias ajenas a nosotros; mi hermano, por fin, está bien, sano y tranquilo, y eso hace que todos seamos más felices; mi viaje a Sevilla con mis niñas de la Universidad fue corto pero intenso y me divertí a lo grande con ellas; este verano mi viaje de Interraíl ha sido una experiencia extraordinaria que me servirá para tener algo que contarles a mis nietos; Periodismo cada día me gusta más y disfruto más con él.
Creo que no me olvido de nada más. Sólo desearos entonces FELIZ AÑO 2.009 y que todos los deseos se hagan realidad.

viernes, 19 de diciembre de 2008

CANSADA DE TODO


Sí, estoy cansada.
Cansada de ser una tonta.
Cansada de tropezar una y otra vez con la misma piedra.
Cansada de creer en cuentos de hadas.
Cansada de dejar que se rían de mí.
Cansada de permitir que me engañen.
Cansada de aprender la lección y no aplicarla en la práctica.
Cansada de no ser capaz de cambiar.
Cansada de ser masoquista.
Cansada de quejarme y no hacer nada para evitar que suceda lo que no quiero que suceda.


Pero... ¿soy yo la única culpable?. No, claro que no.




Estoy cansada de las personas falsas.
Estoy cansada de las personas que te hacen creer cosas que no son.
Estoy cansada de las personas que te traicionan sin que lo merezcas.
Estoy cansada de las personas que te decepcionan.
Estoy cansada de las personas que no son como creías.
Estoy cansada de las personas que se ríen de ti.
Estoy cansada de las personas que te engañan.
Estoy cansada de las personas que destrozan los cuentos de hadas.
Estoy cansada de las personas que te hacen daño.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

¿ERAS TÚ?

Iba por la calle, agobiada con las cosas que tenemos que hacer y caminando rápido hacia mi casa para ponerme manos a la obra cuanto antes. Me encontraba tan ensimismada en mis pensamientos que a mi cerebro le costó demasiado procesar la información: me acababa de cruzar con alguien que me resultaba familiar pero, cómo no, los escasos metros que me separaban de esa persona me hacían casi imposible distinguirla claramente por culpa de mi miopía... ¿Eras tú?. Algo me hacía intuir que, en efecto, se trataba de ti, pero aún no estaba segura. Detuve mi caminar y decidí dar media vuelta para comprobarlo. Al dar un par de pasos pensé que era una locura y volví a dar la vuelta para dirigime de nuevo a casa. En esta situación estuve durante varios segundos interminables (voy, no voy, voy, no voy...), dando vueltas como una peonza y empezando ya a sentir la sensación de mareo. Desde fuera, la escena debía de ser bastante cómica. Al final, mi decisión fue la de satisfacer mi curiosidad pero... ¿y si de verdad eras tú?. Fuí caminando, progresivamente más rápido, hasta que hubo un momento en que no sabía si los latidos de mi corazón se debían a los nervios o a la carrera. Por un lado deseaba que fueras tú y, por otro, esperaba que mi intuición me fallara, porque si mis sospechas se confirmaban no sabría qué hacer. Tenía que doblar la esquina para encontrarte pero parecía como si caminase hacia atrás, como si la esquina estuviera cada vez más lejos.
Por fin giré a la derecha y... vi a lo lejos tu supuesta silueta que se introducía en un coche y desaparecía.

lunes, 1 de diciembre de 2008

LA INFANCIA


Este fin de semana me ha llegado un evento de Tuenti que trataba sobre la infancia, lo que ha hecho que recuerde esta época tan maravillosa de la que conservo las más gratas vivencias. Y es que, aunque en esos momentos no fuera consciente de ello, fue la etapa más feliz de mi vida.

Teníamos la capacidad de tirarnos horas, horas y horas sin parar, jugando a los más diversos juegos, sin que el cansancio y el aburrimiento formaran parte de nuestro vocabulario. Por supuesto, los juegos eran en la calle y no terminaban hasta que no conseguías caerte y hacerte alguna que otra herida.

Al llegar a casa, tus padres te veían con la ropa llena de porquería hasta arriba y, cuando se disponían a echarte una bronca monumental o a darte algún cachete (sí, antiguamente tus padres podían darte alguna guantada, que tampoco te venía nada mal), enseguida veían tus magulladuras y te recitaban la oración milagrosa por excelencia: “sana sanita, culito de rana, si no sana hoy sanará mañana”.

Además, los chicos tenían que estar con los chicos y las chicas con las chicas. Cómo no, yo tenía que ser la excepción que confirmara la regla: en el colegio, era la única que tenía un grupo de amigos y otro de amigas.

Pensábamos que eso de besarse en la boca era una guarrada que nunca experimentaríamos.

La mayor muestra de cariño que te podía dar la persona que te gustaba era cebarse contigo en la guerra de los globos de agua.

Tus mayores preocupaciones en tu complicada vida era si “fulanito me ha llamado tal cosa” o “menganito me ha pegado” (menos mal que nuestro gran lema defensivo “rebota, rebota y en tu culo explota” nos sacaba de muchos apuros).

Pero la mejor etapa de la infancia fue la final: la pre-adolescencia. 2º de la E.S.O. fue el año de la rebeldía, la época de hacer las mayores trastadas con los mejores amigos, la etapa en la que podías hacer lo que quisieras sin preocuparte de las consecuencias. Te dejabas guiar por los impulsos del momento, ya que no tenías nada que perder. Si hacías algo inapropiado o incluso malo, todos te excusaban diciendo: “Está en la edad del pavo y últimamente lo tiene muy subido”.