"Todos los LUNES compartiendo mis sueños y pensamientos contigo"

lunes, 22 de marzo de 2010

ALTIBAJOS


Porque hay momentos en que una sonrisa se te escapa cuando menos lo esperas.

Porque, en otras ocasiones, es una lágrima la que sale rebelde de tu ojo y va a parar a la comisura de tu boca.

Y todo esto se debe a esos sentimientos que te embargan, que te llegan de sopetón y sin darte cuenta. Que reaparecen de su escondite para recordarte que aún sientes añoranza, alegría, emoción, tristeza… y todas esas sensaciones que forman parte de nuestra vida. Todo eso que, aunque intentemos ocultarlo o hacerlo desaparecer, siempre está presente.

Pero, por suerte, una foto te puede hacer recordar con alegría. Puede hacer que ese sentimiento de añoranza se transforme por un instante en un sentimiento de felicidad ante la idea de contar con una prueba de que todo eso que recuerdas sucedió de verdad. Que todo en lo que piensas constantemente no fue producto de la imaginación. Y que tienes esa prueba viviente e inmortal para recordar siempre.

Además, un amigo, familiar o ser querido en general puede hacer que te sientas de nuevo bien, que no sientas vacío ni soledad. Que te sientas querido y apoyado. Y que tengas ganas de volver a construir tu vida, una vida mejorada, y con todas esas vivencias maravillosas a tus espaldas.

Porque no es bueno lamentarse por las cosas que ya no pueden ocurrir y, a veces, es bueno alegrarse al recordar las experiencias que pudiste vivir y tuviste el honor de tener.

Porque a veces sólo necesitas un instante para que se haga la luz… aunque al rato vuelva a apagarse.

martes, 16 de marzo de 2010

ENTRE DOS DESTINOS

Por fin llegó ese día que tanto estabas esperando. Él se acercó cuando estabas sentada en el banco descansando, esperando a tu amiga. Se quedó un rato contigo, hablando, hasta que al final te dijo: “¿te has enterado de la fiesta que hay dentro de dos semanas para celebrar el fin de los exámenes? Yo voy a ir. Espero verte allí. Hasta entonces.”

No te dio tiempo ni a reaccionar. Te quedaste un rato inmóvil como una estatua hasta que al final tu cerebro procesó la información. ¡Dos semanas! Aún faltaban dos semanas para volver a verlo. Pero todo era diferente. La diferencia era que él te había dicho que os ibais a ver y… ya no sólo eso, sino que ¡¡¡quería verte!!!. Esa noche te buscaría en la fiesta porque le apetecía encontrarse contigo. Estar contigo. Pero aún faltaba dos semanas. Catorce días. Muchas horas. Y muchos acontecimientos que podían darle a tu vida un cambio de 180 grados.

Esas dos semanas se iban a hacer interminables. Los minutos no pasaban. Las horas, mucho menos. Y aún seguían quedando muchos días para la gran noche. Tenías que entretenerte. Debías buscar otras distracciones que te hicieran olvidar la lentitud del paso del tiempo. Y al final lo hiciste.

Te centraste en tus estudios (te costó, pero tenías más fuerza de voluntad de lo que creías). Después de clase te encerrabas en la biblioteca a estudiar. Allí, al menos, tenías menos distracciones de las que puedes encontrar en casa. Ver a tantísima gente estudiando, además, te motivaba para hacer lo mismo. Y a los pocos días conocías las caras de todos. Erais siempre los mismos. Incluso a veces mirabas el reloj y pensabas “tiene que estar a punto de llegar el chico castaño que se sienta en la mesa que tengo a la derecha”. Y a los 10 minutos aparecía. Él también te había visto y te saludaba levemente con la mano. Recordaste entonces esa vez que salió a por un botellín de agua y te preguntó si querías algo. O en esa otra ocasión en la que te dijo que te merecías un descanso y si salías con él a tomar un café. La verdad es que era muy simpático. Y, a partir de ahí, aceptabas siempre que te lo decía sin dudar.

Una tarde, como ya era costumbre para ti, volviste a mirar el reloj. Pero el chico del pelo castaño no aparecía. Estuviste esperando impaciente, mirando sin pestañear hacia la puerta por la que tenía que entrar. Como si así consiguieses que fuese a venir. Pero no lo hizo en toda la tarde. “¿Y ahora qué hago?”, pensaste después de haber salido a tomarte el cuarto café de la tarde. Ese día regresaste a casa un poco avergonzada del comportamiento absurdo que habías tenido. No entendías por qué la presencia de ese chico era tan importante para ti. Miraste el móvil. ¡Tres días! Sólo faltaban tres días para la gran noche. Después de tanto tiempo esperando por fin ibas a encontrarte con tu chico. El del banco. Empiezas a recordar la conversación que tuviste con él, pero vuelven a tu mente imágenes de apuntes, de libros… de la biblioteca. Y ves de nuevo al chico castaño resoplando, pasando páginas, bebiendo agua.


Llega la gran noche. Estas con tus amigas y una voz a tus espaldas te sobresalta: “veo que al final has venido. Me alegro de verte”. Y ahí está. El chico del banco. Te está sonriendo, esperando tu reacción. Esperando tu contestación. Pero tú no sabes qué hacer ni qué decir. Por una milésima de segundo pensaste que era otra persona. Y te sientes un poco triste al comprobar que no es así. Te sientes incómoda. Nerviosa. Y, sin dudarlo un instante, te tomas de un trago la copa que llevas en la mano.

Te acercas a la barra a dejar el vaso. Y… ¡terminas viéndolo!. Un cosquilleo en el estómago te pone la piel de gallina y notas un pequeño vuelco en el corazón. Por fin da señales de vida. Es el chico de la biblioteca hablando con un par de amigos. Observas sus gestos, sus manos, su forma de hablar, de mirar. Y te sientes contenta de poder analizarlo detenidamente sin que él se dé cuenta. Al final vuestras miradas se cruzan y te asustas. Pero te recompones pronto y le saludas con la mano. Como él siempre te hacía cuando entraba en la biblioteca y te veía. Te sonríe como nunca lo ha hecho (o esa al menos es tu impresión). Y se acerca a ti…

lunes, 1 de marzo de 2010

MI ERASMUS EN IMÁGENES

Lamento la pésima calidad, pero es que la informática no se creó para mí. Lo importante es el cariño con el que lo he hecho. Muchas gracias a todos por hacer realidad esta vivencia. Porque con todas estas fotos y con las que no he podido incluir para no hacer el vídeo muy pesado, me doy cuenta de que esto no ha sido un sueño. Y que me ha ocurrido de verdad.