"Todos los LUNES compartiendo mis sueños y pensamientos contigo"

lunes, 21 de febrero de 2011

INSTANTES DE FELICIDAD

Puede que me falten las montañas, el riachuelo, Copito de Nieve y el resto de cabras y ovejas, Niebla, el abuelo huraño y antisocial de una pequeña aldea perdida… pero me siento como Heidi. Soy como Heidi. Porque yo también tengo coloretes que me aparecen en la cara a la mínima oportunidad. Porque yo también estoy con la sonrisa imborrable en la cara y sin ningún motivo aparente. Porque yo también tengo las necesidades indestructibles de pasarme el día saltando, bailando y brincando como si no existiese el mal en el mundo y como si todo fuese felicidad y alegría. Porque yo también tengo la habilidad de jugar con un columpio que nace del mismísimo cielo. Porque yo también puedo tumbarme encima de una nube y ver desde allí el mundo que me rodea como si fuese un lugar utópico… Porque yo tampoco sé “¿Por qué soy tan feliz?”



martes, 15 de febrero de 2011

SOLAMENTE A VECES

Recuerdo esas veces en las que me mirabas cuando estaba triste. Y tú eras incapaz de preguntarme qué me pasaba. Preferías distraerme, fingir que no te dabas cuenta de que algo malo me pasaba. Porque, en el fondo, sabías perfectamente lo que era. Pero siempre es más cómodo hacerse el tonto, ¿no? Al principio, me preguntabas cualquier tontería para que dejara de pensar en el tema. Otras veces, incluso, preferías decirme algo gracioso para hacerme reír. Y al final siempre lo conseguías. La risa a veces hacía que se olvidase todo lo malo, como si nunca hubiese pasado. Y solo quedara lo bueno. Como si los malos recuerdos solo fuesen pesadillas y nunca hubiesen sido sucesos reales. Pero sí que lo eran. Sí que lo son. Y tú lo sabes mejor que nadie. Porque tus miradas lo dicen todo. Tus gestos. Tus reacciones involuntarias. Tu nerviosismo constante. Lo malo es que esas cosas solo las puedo saber cuando nos vemos, y eso no es algo que suceda muy a menudo. Aunque peor aún es que me digas algo y luego no seas coherente con lo que dices. Y luego yo soy la única que se siente mal. Porque sé que lo dices en esa situación porque se te ha escapado. Y no eres capaz de decírmelo siempre, en cualquier situación, porque tú quieras decírmelo porque lo sientes de verdad. O, mejor aún, demostrarlo. Porque las palabras se las lleva el viento. Lo que importan son los hechos. Y el verdadero hecho es que la tonta siempre termino siendo yo, que la que cede siempre es la misma persona… y que no merece la pena.