"Todos los LUNES compartiendo mis sueños y pensamientos contigo"

lunes, 18 de junio de 2012

ESCRIBIENDO LO QUE NO RECUERDO


La belleza de la lectura de un libro no está solo en lo identificado que puedas sentirte, en las emociones que te transmita, en el “viaje” que consiga que hagas a través de sus historias, ni incluso en el “amor” que te generen esos personajes que, aunque solo producto de un papel, consiguen formar parte de tu vida… aunque todo esto ya de por sí es mucho, un libro no es solo eso. Depende de la temática de lo que leas, incluso puede servirte para aprender, querer cambiar o replantearte cosas. Puede ser el punto determinante para que digas “yo también voy a hacer eso”.

Ahora, en mi libro el personaje protagonista es una mujer que escribe. Cuenta a diario las cosas que le ocurren, las sensaciones que esto le crea y, en cuanto puede escaparse, corre hacia su cuaderno a escribirlo todo, absolutamente todo, para que al día siguiente, cuando su amnesia haga que se le hayan olvidado todos los recuerdos, ella pueda revivirlos a través de ella misma, a través de su testimonio escrito.

Por suerte, yo no tengo amnesia, sé que cuando mañana despierte recordaré este momento, aquí sentada junto al ordenador, con la televisión de fondo… pero todos olvidamos esas cosas a las que consideramos “detalles sin importancia”. Mañana sé que recordaré este momento, pero puede que no recuerde el programa que daban en la tele, la hora que era, el que aún estaba con los restos de la cena en la mesa, que me había dejado la luz de la cocina encendida y que todavía conservaba el regusto del zumo en mi garganta. Todos estos detalles desaparecen, un día tras otro, porque nuestra mente necesita aprovechar el sueño para renovar, para reciclar y borrar esos recuerdos que considera prescindibles para que nuestro disco duro no se llene y poder seguir generando recuerdos, enseñanzas, vivencias… y que todo aquello que consideramos importante en nuestra vida quede en nuestra mente en primer lugar, de manera indestructible.

Pero ¿la escritura? ¿No es precisamente el testimonio escrito lo que puede conseguir que ni el más mínimo detalle se borre? Elegir, por ejemplo, un día excepcional, único, increíblemente maravilloso de tu vida, y escribirlo, escribir lo que sientes durante esa jornada, los detalles, los acontecimientos, las personas, los paisajes… todo, absolutamente todo, que sirva como testigos de ese día excepcional, de que un paseo por el parque, por ejemplo, no es solo pasear, sino observar a tu alrededor, si te sentías relajada, tensa, en paz, con frío, con calor, si había ruido, si había gente… todo, absolutamente todo. Cosas de las que en ese momento eres consciente y que luego, simplemente, desaparecen. ¿Y si un día, aunque sea dentro de unas semanas o unos meses, esos detalles que deseaste no guardar fueran importantes y necesitaras recordarlos? Un cuaderno, un diario, o cualquier otro tipo de testimonio escrito podrían ayudarte.

martes, 5 de junio de 2012

EL ESCONDITE PERFECTO


“La soledad es algo con lo que tienes que aprender a convivir. Al fin y al cabo, lo único que tenemos claro en esta vida es que la única persona con la que estarás el resto de tu vida 24 horas al día es contigo misma”. Alguien, hace tiempo, me dijo eso una vez. Un día en el que llegué a sentirme tan sola, que pasé miedo. Sus palabras no me aliviaron, pero no las he olvidado. Sobre todo últimamente, cuando en mis pocos ratos de tiempo libre la soledad me golpea tan fuerte que siento dificultad hasta para respirar.

Por casualidad, paseando para tratar de espantar estas sensaciones, hoy he encontrado un lugar. Un sitio donde poder sentarme, respirar hondo, observar lo que me rodea. El desasosiego lentamente va disminuyendo, a la vez que la claridad del sol desaparece poco a poco, mientras busca unas montañas el horizonte para ocultarse. Es extraño sentir paz en un lugar rodeado por la carretera, en un mirador donde es imposible no encontrar a gente solitaria como tú, a alguna pareja o a un grupito de amigos. Pero aquí a todos nos une lo mismo: todos sentimos la misma necesidad de paz y hasta las personas que vienen acompañadas callan o hablan bajito, despacio, con calma. Los pájaros cantan como si quisieran poner banda sonora a este paisaje o para facilitar un ambiente mucho más melancólico. Sí, es paz. Un escondite donde escapar de tu mundo y tu realidad: LA REALIDAD.

Sé que tengo que marcharme, hay cosas que hacer, pero no quiero. No puedo moverme. No sé lo que sentiré cuando me levante, cuando salga de mi escondite y me descubran. Y no quiero averiguarlo. Respiro hondo, muy hondo, y el fresco del atardecer me golpea como un soplo de aire que intentara renovarme. No, no quiero irme. Algo me sujeta al banco, algo que no deja que me mueva. Siento un ligero adormecimiento, una sensación placentera me recorre entera. Siento mi cuerpo relajado. ¿Cuánto tiempo podría estar así? ¿Cuántas horas? Pero no, ya es tarde y tengo que irme pero… ¿a dónde?

El viento me ha dejado los brazos congelados y estoy tan relajada y me siento tan tranquila que creo que puedo quedarme dormida como no me mueva. Lo mejor será que me vaya. Puedo irme en paz, feliz y contenta… ya tengo un lugar donde esconderme, un sitio en el cual puedo ocultarme de mí misma.