Recuerdos de momentos olvidados inmortalizados en imágenes
fijas, paralizadas durante un breve segundo por el sonido instantáneo de una
cámara. Fotografías enviadas a un cajón polvoriento o a la capacidad (de
momento, infinita) del ordenador. Instantes que ya habías borrado de tu mente
pero que ahora pueden resurgir. Vivencias que guardabas como oro en paño en tu
memoria, pero cuya imagen ya empezaba a ser borrosa en ella. Cosas buenas, no
tan buenas, regulares. Personas que conoces y te sonríen desde el pasado
mientras te invade la melancolía y desearías a algunas, matarlas y, a otras,
abrazarlas o besarlas. Recuerdas todo y te ríes, lloras, te entristeces, te
invade la alegría… Muchos sentimientos contradictorios para un mismo momento.
Vuelves a tus fotos, momentos más recientes. Mejores o
peores. Alegres o tristes. Divertidos o aburridos… pero son con estos con los
de verdad quieres quedarte. Al final, el presente es lo que te hace sentirte
orgulloso de la vida que tienes en estos momentos. Al fin y al cabo, todo lo
que hacemos en el pasado son pasos que damos, casi sin darnos cuenta, con un
solo objetivo: llevarnos al presente, al momento en el que teníamos que estar.