Algo irrefrenable te impulsa a actuar de ese modo, la razón
se nubla y la ansiedad invade tu vida. Todo es calma y paz pero, a la vez, gris
y sin brillo. Emociones fuertes son invocadas por tu espíritu asalvajado. Una
piedra en el camino, caer y sentirse humillado al notar el sabor de la sangre
por tu labio partido, no consiguen detenerte. No hay marcha atrás para evitar
el caos. El delirio es tan fuerte que el daño que te has hecho al caer apenas
lo notas, estás demasiado exaltado como para reaccionar. Te envalentonas y
atacas; o, mejor dicho, te dejas invadir por “el mono”. Sabes lo que es la
droga, lo nociva que resulta, pero lo que no podías imaginar hasta ahora es que
el placer que te produce al tomarla pueda ser tan intenso como para nublarte el
pensamiento. Y poco a poco comprendes lo que son las adicciones: no tener
fuerzas para vivir sin algo dañino para tu salud. Las más conocidas son las
adicciones a las sustancias, al alcohol, al juego… pero algunas no tienen un
tratamiento especializado para ayudar a tu desintoxicación. La adicción a una
persona, alguien que consigue hacerte creer que estás en las nubes nada más
conseguirlo. Una sensación tan plena que ninguna otra persona puede conseguir
que se sienta. Pero los efectos pasan y de “estar en todo lo alto” se cae
estrepitosamente a un abismo hostil donde solo hay desesperación,
arrepentimiento y un íntimo porcentaje de lucidez que hace que uno vea que
necesita ayuda para la desintoxicación. Pero esa lucidez flaquea ante el
innegable poder de la abstinencia y sus efectos contraproducentes.
jueves, 1 de noviembre de 2012
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