Hoy te he vuelto
a ver. No sé por qué, pero algo me decía que este día era especial y que
nuestros destinos harían que volviéramos a encontrarnos. Tu sonrisa
transparente me ha vuelto a iluminar el día. Tu intensa mirada ha hecho, de
nuevo, que me lata el corazón con fuerza. Tu profunda voz ha conseguido que me
sintiera a salvo, en casa, protegida por tus fuertes brazos.
Es una locura,
lo sé. Nuestros encuentros esporádicos son tan impredecibles… Solo me queda la
esperanza de saber que ese día, por una fuerza irrefrenable, llegaremos a la
misma vez al lugar de nuestras citas. Que si tú sales antes de lo previsto, tu
ascensor tardará más de lo normal en llegar porque tu vecina ha vuelto a
quedarse de charla con otra dejando la puerta abierta. Que yo no dejaré que la
alarma de mi despertador vuelva a sonar 5 minutos después. Que bajaré corriendo
las escaleras del metro para conseguir entrar dentro del vagón en el último
segundo, cuando las puertas ya se están cerrando intentando dejarme
aprisionada…
Y te veré de
nuevo sentado, escuchando tu música, ensimismado en tus pensamientos. Y te
observaré a hurtadillas unos segundos, sintiendo que invado tu intimidad,
intentado adivinar algo más de esa vida tuya que apenas conozco. Y entonces
levantarás la cabeza y me saludarás con tu preciosa sonrisa. Me harás hueco a
tu lado, invitándome a sentarme junto a ti y, si ese día no puedes, tú te
levantarás para ir hasta mi encuentro, para poder dedicarnos unas breves palabras
que, aunque oídas desde fuera pueden parecer banales, para mí serán mi
aliciente durante todo el día. Incluso hoy, aunque los expertos hayan bautizado
este día como el más triste del año.
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