Nos
pasamos la vida esperando a que llegue algo. Los lunes contamos los días y las
horas para que llegue el viernes. Los viernes, planeamos lo que vamos a hacer
el fin de semana... Soñamos con todo eso que nos gustaría poder hacer en
nuestra vida y que, por un motivo u otro, tarda en llegar.
Nos
pasamos la vida planeando cómo vivirla y al final, lo único que hacemos, es
dejar que pase. Sin ese aliciente que nos haga cambiar, sin ese ‘click’ que nos
ayude a darnos cuenta de que merecemos vivir de otra manera, como si ese día
fuera el único.
Alguien
me dijo una vez que vivir la rutina nos hace ser como los cerdos. Ellos comen,
duermen, hacen sus necesidades… y así una y otra vez, haciendo que todos los días
sean iguales.
Y
nosotros, ¿que? Esperando a que pase algo y cuando al final el destino
caprichoso hace que eso llegue, siempre cuando menos lo esperas, ¿Qué pasa
ahora?
¿No
era esto lo que querías? Sí, sabes que sí, pero no te sientes satisfecho. ¿Por
qué no te paras y lo disfrutas? Saborea las mieles del éxito. Siente el pulso
de tu corazón golpeando cada milímetro de tu cuerpo. Sonríe y respira hondo. E
intenta atrapar esa sensación el máximo tiempo posible.
Porque
pronto pasará. Y habrá otra cosa que vuelvas a desear, o algún otro ‘reconcome’
enturbiará tus pensamientos. Y el proceso de espera volverá una y otra vez a
comenzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario