Se dice que
muchas veces hay que dejarse llevar, no comerse la cabeza y disfrutar de lo que
te apetezca en ese momento. Pero no siempre es así, y la cabeza tiene que hacer
su función de vez en cuando. Porque es difícil tener la misma amistad de antes
con ese amigo que llegó a ser más que eso... ya no podrás bromear de la misma
manera con un compañero de trabajo con el que intimaste en una cena de
empresa... ya no podrás volver a confiar en la persona que te traicionó, aunque
os unan lazos de sangre.
Pero la sociedad
del siglo XXI es la sociedad en la que la hipocresía está a la orden del día.
Aunque, en esta ocasión, yo prefiero definirlo como 'disimulo'.
Hay que volver a
saludar al compañero y tener conversaciones banales con él (aunque, en esta
ocasión, siempre que haya una tercera persona presente); las reuniones
familiares tendrán que volver a ser sosegadas y pacíficas, aunque la tensión
entre esa persona desleal se corte con un cuchillo. Y el amigo... ¡ay el amigo!...
bueno, eso es un tema más complicado. Habrá que dejar que pase el tiempo y
volver a tener una buena relación con él; aunque, eso sí, evitando temas que
tengan que ver con las relaciones amorosas que tenga cada uno.
Porque el
disimulo es así: fingir que no ha pasado nada, pero saber que ha pasado todo.
Que cuando las cosas no se hablan, cada uno las interpretará a su manera (y,
normalmente, se suele imaginar peor de lo que en realidad es). Porque el siglo
XXI prefiere comunicarse con emoticonos en WhatsApp, un 'Me gusta' en Facebook
o un 'Marcar como Favorito' en Twitter. Porque nos acobardamos cuando se trata
de poner las cosas claras y encima de la mesa. Porque es mejor escudarse en un
'nunca ha pasado nada' o un 'lo que pasó en... se queda en...'.
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