“No sé lo que siento. Por un lado, creo que es la persona
más increíble que he conocido nunca. Es un buen amigo y lo
veo como un hombre. La amistad ha crecido tanto entre nosotros que,
cada vez que lo voy conociendo más, veo en él las
cualidades que me gustaría en una pareja. Que puede q sea él,
puede que no lo sea... pero, al menos, me está sirviendo de
aprendizaje para saber lo que busco en un futuro
novio/marido/hombre de mi vida. Sé que he tenido
muy mala suerte al fijarme en chicos y, por primera vez,
siento que no es así.
Por otro lado, como siempre, tengo que sacar mi vena
negativa y veo las cosas malas. Me he dado cuenta
de que siempre me he peleado conmigo misma para intentar
quitarme a los hombres de la cabeza. Siempre me fijaba en lo malo, incluso
antes de que ocurriera.
Con esta persona, sin embargo, me he dado cuenta de que lo
malo es tan poquito que algo muy gordo tendría q hacerme
para que eso gane a todo lo bueno que ya me da y ya veo en
él.
Pero a pesar de todo, los problemas ahí están. Y sé que el está a
gusto aunque, a la vez, le cuesta. Sé que tengo q tener paciencia... pero no
quiero mal acostumbrarlo a que él sea siempre el que espere a que
yo mueva ficha”.
Y las dudas se disiparon. El tiempo puso las cosas en su lugar. Y ella,
cabizbaja pero contenta, volvió de nuevo a su mundo, del que nunca debía haber
salido. Porque todo pasa por algo y cada cual tiene que estar en su lugar.
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