"Todos los LUNES compartiendo mis sueños y pensamientos contigo"

viernes, 24 de septiembre de 2010

ERASMUS-ANIVERSARIO

Reír y llorar… llorar y reír. Es lo que hago mientras miro una y otra vez la sucesión de momentos inmortalizados para el recuerdo. Esos momentos que comenzaron hace justo hoy un año, cuando mis pies pisaron por primera vez suelo polaco. Todos sabemos que el Erasmus es una experiencia única e inolvidable. Pero, hasta que no lo vives, es imposible que te hagas una idea. El Erasmus marca un antes y un después en tu vida. Por mucho que lo intentes, ya no eres la misma persona. Alguien me dijo una vez que la depresión post-erasmus no se te quita nunca en la vida. Y me temo que es verdad.

La gente que no lo ha vivido, tiene una visión demasiado superficial. Visión no del todo desacertada, pero muy injusta. Porque del Erasmus, lo más importante es la cantidad de gente que conoces (elementos claves para tu supervivencia), lo mucho que maduras (aprendes a conocerte a ti mismo y a tener mayor amplitud de miras), tener que preocuparte tu solito de sacarte tus propias castañas… y todas esas situaciones se dan en un ambiente y en unas circunstancias tan extraordinarias que son las que hacen del Erasmus algo único e irrepetible.
Por eso, la depresión post-erasmus te dura toda la vida: porque solamente se puede experimentar, como máximo, una vez. Pero, repito: por mucho que intente explicarlo… es imposible. Sólo quien lo vive o lo ha vivido podrá entenderme y compartir mis sentimientos.

Nunca imaginé que “Brotsuaf” (Wroclaw o, en español, Breslavia) me fuera a gustar tanto. Ha sido mi hogar. Uno en el que tenía que partir de cero. Los principios siempre son duros pero, en esta ocasión, tuve la suerte de conocer la primera noche a mi ángel de la guarda. Un ángel que Polonia me dio y que España me quitó.
Ha pasado un año… y Wroclaw y mis chicos Erasmus permanecerán siempre en mi mente y en mi corazón. Y deseo con todas mis fuerzas que todos nos volvamos a reunir pronto. Las fiestas de Juwenalia suelen ser fechas de reencuentro ineludibles para muchos de los Erasmus que han pasado por Wroclaw; así que… ¡¡¡HASTA MAYO!!!




sábado, 18 de septiembre de 2010

ÚLTIMOS PENSAMIENTOS

Desde que era niña, lo había pensado. El verano es la estación de las vacaciones: el sol, la playa o la montaña, el campo, las fiestas, las despreocupaciones… La mejor terapia para combatir cualquier tristeza… o, al menos, para dejarla en un segundo plano. Pero septiembre acaba con todo esto. El otoño destruye lo que ha conseguido el verano y lo único que te trae es melancolía, mal tiempo, nostalgia, mal humor, depresión… Lo peor que te puede suceder cuando estás pasando por una etapa bastante mala en tu vida. Y eso era lo que le ocurría a la chica de la mirada triste.

Paseaba por el puerto, mirando el mar. Observando a los grandes barcos que cruzaban por él, acariciando sus ya frías aguas. Se encontraba tan perdida y tan sola… a pesar de que una amiga estaba a su lado en ese momento, contándole mil anécdotas graciosas que consiguieran hacerla reír. Y ella lo hacía, por supuesto… pero sus ojos seguían reflejando lo que su alma sentía: una profunda tristeza. Su vida se había descarriado. Últimamente, todos sus planes de futuro se desmoronaban mucho antes incluso de que comenzara a llevarlos a cabo. La vida no le daba la oportunidad siquiera de intentar realizar sus sueños… y tampoco era que la chica pidiera cosas imposibles.

Se asomó para mirar el mar. ¿Cuánta profundidad habría? ¿Qué pasaría si perdiera el equilibrio y cayera? ¿Llegaría a golpearse con algún barco y moriría? Y si muriera… ¿qué ocurriría? ¿No sería una liberación para ella? Una forma de dejar de sentir agobio porque era otoño y porque deseaba que pasara esa horrible estación, y porque, cuando llegara el invierno, estaría rezando a todas horas para que la Navidad no se celebrara ese año. Estaba constantemente queriendo que pasara su vida y eso ¿no era un desperdicio? ¿No era mejor quitarse de en medio por no saber aprovechar mejor la belleza de la vida y de la juventud? Su amiga interrumpió sus pensamientos para pedirle que la esperara, que iba a buscar un refresco dentro de la cafetería que se encontraba detrás de ellas. La chica de la mirada triste se quedó sola y volvió a mirar al mar. Lo vio como una señal: ahora o nunca. Aunque no sabía si sería lo suficientemente valiente para hacerlo. ¿Y si la caída fuera fatal y no muriera en el acto? Le atormentaba la idea de tener una muerte lenta y dolorosa. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando sintió el gélido frío del agua traspasando su piel.

lunes, 6 de septiembre de 2010

5 AÑOS DESPUÉS DE COMER PERDICES


Por fin había terminado el intenso día de trabajo. Estaba deseando llegar a casa, darse un baño caliente y pasar la noche con su marido. Pero, como iba siendo costumbre, otra vez un post-it pegado en la puerta del frigorífico daba al traste con sus planes: “Esta noche estoy de guardia y acaban de llamarme por un accidente de tráfico. Voy para el hospital. No me esperes para cenar. Lo siento. Te quiero”.
Desde que se habían cambiado de ciudad, sus horarios laborales eran tan incompatibles que no conseguían tener muchos ratos para estar juntos y, los raros días en que sí lo hacían, estaban tan cansados que terminaban rendidos en cuanto se sentaban en el sofá o nada más entrar en el dormitorio.

Intentando calmarse, y que se le pasara un poco el enfado, marcó el número de teléfono que se sabía de memoria y que tanta ayuda le había brindado desde que se mudaron. El teléfono del único hombre que le hizo replantearse si era correcto casarse con su actual marido o si, por el contrario, estaba desperdiciando su juventud y su vida. Ahora, ese otro hombre, el primo de su marido, era el mejor amigo, el único que ella había encontrado en ese nuevo lugar y, por tanto, era su mayor apoyo.

Ya habían pasado más de cinco años desde ese día en el que se vieron por primera vez, cuando estaba preparando su boda y… ¡habían cambiado tantas cosas desde entonces! Ahora, ella también era su prima y él la trataba como tal. La etapa de coqueteos adolescentes había quedado atrás, cuando ella aún era soltera. Desde que volvieron de la luna de miel, su actitud había cambiado. Era como si hubiese madurado de la noche a la mañana y hubiera entendido que no podía meterse en medio de la relación que su primo mantenía con su ya mujer. Sobre todo, después de la clara elección que ella había tomado.
Ahora estaban ahí los dos, como viejos amigos. Él había accedido encantado a cenar en su casa y no desaprovechar así la comida que ella preparó antes de ir a su revisión.
“¿Revisión?, ¿no estarás enferma?”, preguntó él, claramente preocupado. El sonido de las llaves abriendo la puerta interrumpió la contestación de la chica. “No, no estoy enferma”. Se volvió a mirar a su marido: “Estoy embarazada”...