"Todos los LUNES compartiendo mis sueños y pensamientos contigo"

sábado, 18 de diciembre de 2010

UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD

Porque a veces los miedos son como pequeñas premoniciones. Sé que me ocurrirá algo malo si hago… y, por eso, no quiero hacerlo. Es una sensación que no te abandona.

Me saqué el carnet de conducir el 11 de febrero de 2008. Todos sabemos que existen dos tipos de profesores de auto-escuela: el amigo enrollado y el hijo de mala madre, cab… gil… mam… y a mí me tocó lo segundo. Cuando aprobé, a la segunda, me dijo que fue por pena y porque él le insistió al examinador. ¡Qué falso y malo! ¡Si el primer examen lo suspendí porque me estaba saltando un semáforo que acababa de ponerse en rojo y el examinador no se había dado ni cuenta pero mi profesor, con muy mala leche, frenó de golpe para que me suspendieran!. De la impotencia, llegue a mi casa llorando… y eso que había aprobado. Pero a partir de entonces yo me sentía insegura y, gracias a mi “querido” profesor, le cogí un miedo atroz al coche.

Hasta este verano. Nada como el cabreo para superar los miedos. Y después de tirarme más de 40 minutos en la parada del autobús, en pleno de mes de agosto y a las 2 de la tarde, con todo el solanero pegando fuerte en la parada y en mi cabeza, después de comer cogí el coche de mi madre y me fui a las practicas con él. Y fue a partir de ahí cuando empecé a cogerle cariño al coche e incluso me encantaba conducir.

Hasta el pasado martes 14 de diciembre. Saliendo de casa, el primer carril me cedió el paso porque por el segundo no pasaba nadie. Y despacio me fui incorporando de mi garaje a la carretera. Hasta que una loca por el segundo carril se echo encima de mí. Ella se chocó de frente y el cinturón la frenó, haciendo que sólo sufriera daños su coche. Pero como a mí me chocó por el lateral, (por mi lado, el del conductor), mi cabeza se estrelló contra el parasol lateral del coche… y yo enseguida vi como la frente se me iba hinchando gradualmente hasta parecer que tenía una pelota de tenis dentro. Han pasado más de cuatro días y sigo reviviendo ese momento sin parar: la veo echarse encima de mí, la veo intentando frenar, oigo el choque alto, claro y sobrecogedor… e intento recapitular todo lo que pudo pasar. Después de todo este tiempo, ahora lo tengo más claro. Lo más seguro es que ella estuviera en el primer carril y que, cuando vio que el carril se paraba (cuando me dejaron pasar) mientras yo me incorporaba, ella se paso al segundo carril para adelantar. A las 8:45 todos vamos con mucha prisa.

Yo iba casi parada, acababa de arrancar y tuve la suerte de que la velocidad de la tía, aunque desproporcionada para encontrarnos con tráfico y dentro de ciudad, no es la misma que la que puedes tener en plena carretera o plena autovía. Si hubiera sido en estas situaciones, lo más probable es que ahora mismo yo no estuviera aquí y que mi cara no pareciera únicamente lo que parece ahora: la cara de una boxeadora con derrame en los ojos.

Sí, así es. El chichón de la frente se me ha ido cambiando de lugares. El miércoles tenía toda la parte izquierda de la frente hinchada, pero el jueves ya me desperté con la cara desfigurada. ¡Podrían cogerme para la próxima campaña contra el maltrato! El derrame se me ha pasado a los ojos, que los tengo hinchados, y el ojo izquierdo lo tengo como si me hubiesen dado un puñetazo. Y cada día tiene peor pinta. Pero lo peor no es eso. Lo peor es que mi cara es un recordatorio constante de lo que ha ocurrido. Me da miedo ir en autobús a la universidad porque pienso en otro posible accidente donde, al no llevar cinturón, mi suerte podría ser distinta. Hago que mi madre me lleve en coche y, cuando no puede y cojo un taxi, voy todo el camino agarrada, temiendo otro choque y volviendo a rememorar el mío.

Sé que, como ya hice este verano, volveré a superar mi miedo al coche. Y estoy cansada de toda esa gente que me dice: “esto es un trauma pasajero, vamos, que no es nada, no puedes volver a cogerle miedo al coche”. Ya lo sé, todo eso ya lo sé. Pero necesito esperar a que el trauma físico se vaya para poder ocuparme por entero del psicológico. Y sé que lo conseguiré cuando pueda pasar por la puerta de mi casa sin mirar hacia el lugar donde me estrellé y sentir, al hacerlo, como si algo me oprimiera el corazón.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

COMIENZOS DE UNA ¿FUTURA ESTRELLA?


“De Padua”. Siempre soñó con llegar a ser futbolista y ser conocido como tal. Ver a un chiquillo que no levantaba dos palmos del suelo diciendo eso, era una situación cómica que divertía a sus seres queridos, conocidos y allegados. Pero él nunca dejó de soñar. Y ese sueño se convirtió en esfuerzo, ganas y trabajo. Por eso, a los cuatro años empezó en CD Imperio Albolote (Granada), jugando en los entrenamientos sólo un minuto: “en esos momentos no podía pedir más, ya que los menores de cinco años no pueden jugar”.


Pero eso sólo fueron los comienzos. Dos años después, con apenas seis años, se apuntó en una escuela del CD Imperio Albolote y empezó a destacar marcando cuatro, seis y hasta siete goles por partido. Hace dos años, cuando él tenía nueve, comenzó a jugar en un equipo “más serio” que competía en Liga, recorriendo algunos pueblos de Granada. “Fue a partir del año pasado cuando ya empecé a jugar muy en serio, siendo en algunos partidos titular y habiendo marcado 15 goles al terminar la Liga”. ¿Y este año? Pues ya es titular en todas las jornadas y ha logrado superar su propio record, con 21 goles. Y eso que sólo han jugado ocho partidos. Esto lo convierte en el líder indiscutible en el ranking de goleadores de jugadores alevines de la provincia de Granada.

Antonio de Padua Martínez Ballesta es un niño de 11 años que nació en Granada y vive en El Chaparral, una pedanía del pueblo granadino Albolote. Actualmente, disfruta jugando como delantero centro en el mismo equipo en el que comenzó sus andanzas, sólo que el año pasado el equipo cambió de nombre debido a las deudas y ahora el equipo es “Albolote Soccer Aldi”. “Conseguimos ganar la Liga y ascender de segunda provincial a primera provincial; pero este año nos hemos mantenido en segunda porque el cambio de directiva nos obligó a tener que empezar de cero”.

Pero segunda provincial se le queda pequeño. Incluso su entrenador se lo ha dicho en varias ocasiones. Y esto hizo que los entrenadores de la categoría A lo llamaran el año pasado hasta en tres ocasiones para que jugara un partido: “la primera vez no pude porque nevó; la segunda estaba de viaje y no me avisaron con tiempo; la tercera vez, por fin, pude jugar, pero yo tenía nueve años y los demás eran mucho más grandes y mayores porque tenían 13 años”. (...)

Aunque en su habitación tiene pósters de muchos jugadores como Villa y Cristiano Ronaldo (a quien le copia el peinado) reconoce que su verdadero referente deportista y futbolero es Raúl, quien fuera jugador del Real Madrid durante gran parte de su carrera. “Raúl es noble, buenísimo como futbolista y no presume de ello. Sé que algunos lo critican, pero lo hacen los que no lo conocen bien porque yo creo que es buena persona y, aunque la edad lo dice todo y cuando tienes más de 30 años en el fútbol ya eres viejo, él es bueno y su trayectoria también”.


En un futuro, aspira a poder jugar en 1ª División: “aunque soy del Real Madrid, me encantaría poder jugar en cualquier equipo de primera división: el Málaga… o el que sea. Aunque si en un futuro consigo jugar en el Granada, sería otro gran sueño cumplido”. Para conseguir todos sus objetivos, espera mejorar… y sabe que puede. Aunque sus sueños deportistas no le hacen vivir en la luna, y sabe que necesita tener un futuro asegurado: desea estudiar traumatología o fisioterapia para seguir relacionado con el mundo del deporte.

lunes, 15 de noviembre de 2010

INTERMEDIO

Ya sé que prometí que escribiría dentro de poco. Y yo siempre que esté en mi mano cumplo mis promesas(o, al menos, hago lo imposible por intentarlo). Así que lo haré este fin de semana, cuando las obligaciones y agobios de mis responsabilidades académicas no me obstaculicen. Mientras tanto, hago un intermedio en el que copio y pego el perfil (descripción sobre mí, para ser más coloquial) que hace una compañera y, sin embargo, amiga.

TODO CORAZÓN
Laura Amorós, una rubia de infarto de 1,72cm, una mujerona de cuidado, con sus 21 años tiene el mundo a sus pies, un mundo que se le queda demasiado pequeño en Murcia y que le encantaría ampliar hasta Madrid. Esta última idea sé que no agradaría mucho a su madre Mari que se encuentra muy unida a su hija y que estaría dispuesta a comprar un nuevo domicilio cerca del que adquiriese Laura en Madrid. No es de extrañar que con lo inquieta que es, y habiendo viajado por medio mundo, su ciudad natal se le haga cada día más pequeña. Un carácter aventurero que va ligado a su gran amor por el periodismo, que despertó a muy temprana edad en ella. Desde que era muy niña y aprendió a leer ya le encantaba estar rodeada de libros. Más de una vez veía y reveía la escena de la “Bella y la Bestia” en la que Bella paseaba por la calle con un libro entre las manos porque se sentía totalmente identificada. Pero oficialmente sería a los doce años más o menos, cuando su profesor de lengua les mandó hacer una redacción, cuando averiguó que le encantaba escribir. Y desde aquel entonces siempre ha tenido muy claro que quería ser periodista. Un sueño que la ha conducido hasta la universidad donde se encuentra hoy día, la UCAM. De ella se lleva una gran satisfacción al descubrir que su carrera era más bonita de lo que imaginaba, y un grupo de amigas excepcional, a las que valora como un tesoro en los tiempos que corren, y que la adoran por igual.
Quienes la conocen saben de sus grandes dotes para escribir en prensa, aunque ella no tiene ninguna preferencia dentro del sector de la comunicación. Lo que sí tiene claro es lo que no quiere hacer, y dentro de ese apartado se encuentra la prensa rosa, una rama del periodismo a la que considera degradante.
Las tardes de cotilleos, las risas con las amigas o la familia, una noche de música y baile, la paz que transmite un día de verano en la playa, querer a la gente y sentirse comprendida, son solo algunos de los secretos que más le hacen disfrutar de la vida. En el fondo y en la superficie Laura es todo corazón. Es romántica en cada gesto, en cada palabra, en cada mirada. Adora ver “Un paseo para recordar” y yo creo que es porque tiene la esperanza de que aún queden príncipes azules que no destiñan, dispuestos a trepar hacia su ventana con una gran rosa roja.

viernes, 24 de septiembre de 2010

ERASMUS-ANIVERSARIO

Reír y llorar… llorar y reír. Es lo que hago mientras miro una y otra vez la sucesión de momentos inmortalizados para el recuerdo. Esos momentos que comenzaron hace justo hoy un año, cuando mis pies pisaron por primera vez suelo polaco. Todos sabemos que el Erasmus es una experiencia única e inolvidable. Pero, hasta que no lo vives, es imposible que te hagas una idea. El Erasmus marca un antes y un después en tu vida. Por mucho que lo intentes, ya no eres la misma persona. Alguien me dijo una vez que la depresión post-erasmus no se te quita nunca en la vida. Y me temo que es verdad.

La gente que no lo ha vivido, tiene una visión demasiado superficial. Visión no del todo desacertada, pero muy injusta. Porque del Erasmus, lo más importante es la cantidad de gente que conoces (elementos claves para tu supervivencia), lo mucho que maduras (aprendes a conocerte a ti mismo y a tener mayor amplitud de miras), tener que preocuparte tu solito de sacarte tus propias castañas… y todas esas situaciones se dan en un ambiente y en unas circunstancias tan extraordinarias que son las que hacen del Erasmus algo único e irrepetible.
Por eso, la depresión post-erasmus te dura toda la vida: porque solamente se puede experimentar, como máximo, una vez. Pero, repito: por mucho que intente explicarlo… es imposible. Sólo quien lo vive o lo ha vivido podrá entenderme y compartir mis sentimientos.

Nunca imaginé que “Brotsuaf” (Wroclaw o, en español, Breslavia) me fuera a gustar tanto. Ha sido mi hogar. Uno en el que tenía que partir de cero. Los principios siempre son duros pero, en esta ocasión, tuve la suerte de conocer la primera noche a mi ángel de la guarda. Un ángel que Polonia me dio y que España me quitó.
Ha pasado un año… y Wroclaw y mis chicos Erasmus permanecerán siempre en mi mente y en mi corazón. Y deseo con todas mis fuerzas que todos nos volvamos a reunir pronto. Las fiestas de Juwenalia suelen ser fechas de reencuentro ineludibles para muchos de los Erasmus que han pasado por Wroclaw; así que… ¡¡¡HASTA MAYO!!!




sábado, 18 de septiembre de 2010

ÚLTIMOS PENSAMIENTOS

Desde que era niña, lo había pensado. El verano es la estación de las vacaciones: el sol, la playa o la montaña, el campo, las fiestas, las despreocupaciones… La mejor terapia para combatir cualquier tristeza… o, al menos, para dejarla en un segundo plano. Pero septiembre acaba con todo esto. El otoño destruye lo que ha conseguido el verano y lo único que te trae es melancolía, mal tiempo, nostalgia, mal humor, depresión… Lo peor que te puede suceder cuando estás pasando por una etapa bastante mala en tu vida. Y eso era lo que le ocurría a la chica de la mirada triste.

Paseaba por el puerto, mirando el mar. Observando a los grandes barcos que cruzaban por él, acariciando sus ya frías aguas. Se encontraba tan perdida y tan sola… a pesar de que una amiga estaba a su lado en ese momento, contándole mil anécdotas graciosas que consiguieran hacerla reír. Y ella lo hacía, por supuesto… pero sus ojos seguían reflejando lo que su alma sentía: una profunda tristeza. Su vida se había descarriado. Últimamente, todos sus planes de futuro se desmoronaban mucho antes incluso de que comenzara a llevarlos a cabo. La vida no le daba la oportunidad siquiera de intentar realizar sus sueños… y tampoco era que la chica pidiera cosas imposibles.

Se asomó para mirar el mar. ¿Cuánta profundidad habría? ¿Qué pasaría si perdiera el equilibrio y cayera? ¿Llegaría a golpearse con algún barco y moriría? Y si muriera… ¿qué ocurriría? ¿No sería una liberación para ella? Una forma de dejar de sentir agobio porque era otoño y porque deseaba que pasara esa horrible estación, y porque, cuando llegara el invierno, estaría rezando a todas horas para que la Navidad no se celebrara ese año. Estaba constantemente queriendo que pasara su vida y eso ¿no era un desperdicio? ¿No era mejor quitarse de en medio por no saber aprovechar mejor la belleza de la vida y de la juventud? Su amiga interrumpió sus pensamientos para pedirle que la esperara, que iba a buscar un refresco dentro de la cafetería que se encontraba detrás de ellas. La chica de la mirada triste se quedó sola y volvió a mirar al mar. Lo vio como una señal: ahora o nunca. Aunque no sabía si sería lo suficientemente valiente para hacerlo. ¿Y si la caída fuera fatal y no muriera en el acto? Le atormentaba la idea de tener una muerte lenta y dolorosa. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando sintió el gélido frío del agua traspasando su piel.

lunes, 6 de septiembre de 2010

5 AÑOS DESPUÉS DE COMER PERDICES


Por fin había terminado el intenso día de trabajo. Estaba deseando llegar a casa, darse un baño caliente y pasar la noche con su marido. Pero, como iba siendo costumbre, otra vez un post-it pegado en la puerta del frigorífico daba al traste con sus planes: “Esta noche estoy de guardia y acaban de llamarme por un accidente de tráfico. Voy para el hospital. No me esperes para cenar. Lo siento. Te quiero”.
Desde que se habían cambiado de ciudad, sus horarios laborales eran tan incompatibles que no conseguían tener muchos ratos para estar juntos y, los raros días en que sí lo hacían, estaban tan cansados que terminaban rendidos en cuanto se sentaban en el sofá o nada más entrar en el dormitorio.

Intentando calmarse, y que se le pasara un poco el enfado, marcó el número de teléfono que se sabía de memoria y que tanta ayuda le había brindado desde que se mudaron. El teléfono del único hombre que le hizo replantearse si era correcto casarse con su actual marido o si, por el contrario, estaba desperdiciando su juventud y su vida. Ahora, ese otro hombre, el primo de su marido, era el mejor amigo, el único que ella había encontrado en ese nuevo lugar y, por tanto, era su mayor apoyo.

Ya habían pasado más de cinco años desde ese día en el que se vieron por primera vez, cuando estaba preparando su boda y… ¡habían cambiado tantas cosas desde entonces! Ahora, ella también era su prima y él la trataba como tal. La etapa de coqueteos adolescentes había quedado atrás, cuando ella aún era soltera. Desde que volvieron de la luna de miel, su actitud había cambiado. Era como si hubiese madurado de la noche a la mañana y hubiera entendido que no podía meterse en medio de la relación que su primo mantenía con su ya mujer. Sobre todo, después de la clara elección que ella había tomado.
Ahora estaban ahí los dos, como viejos amigos. Él había accedido encantado a cenar en su casa y no desaprovechar así la comida que ella preparó antes de ir a su revisión.
“¿Revisión?, ¿no estarás enferma?”, preguntó él, claramente preocupado. El sonido de las llaves abriendo la puerta interrumpió la contestación de la chica. “No, no estoy enferma”. Se volvió a mirar a su marido: “Estoy embarazada”...

jueves, 19 de agosto de 2010

La novia en el altar (Tercera opción).


Los invitados están impacientes. Algunos se han levantado de sus asientos y esperan en la puerta de la iglesia a que llegue el novio, que se está retrasando demasiado. Hasta que aparece un coche... ¿Por fin es el novio?... No, quien ha llegado es la novia. Guapa, radiante sublime… y hecha un manojo de nervios. Ella nota la reacción de la gente, que la observa curiosa. ¿Qué ocurre?... ¡Lo sabía!. Ni siquiera el día de su boda, el día más importante de su vida, su novio es capaz de llegar a tiempo. La novia habla con su padrino. ¡No ha llegado aún!. Cuando está a punto de darse la media vuelta lo ve... Está allí, entre los invitados. Ese hombre que llegó a su vida para ponérsela patas arriba y llenarla a ella de infinitas dudas. Al verlo, consigue tranquilizarse y coge del brazo a su padrino. Se dirige resuelta hasta llegar al pasillo de la iglesia. Esperará al hombre de su vida en el altar.
Cuando llega, lo vuelve a ver. El joven se ha acercado hasta una posición en la que ella puede observarlo detenidamente. ¡Qué guapo que está!... La novia no puede evitar pensarlo. Enseguida desvía la mirada. Él no deja de mirarla fijamente a los ojos, desafiándola. ¿Es que no se rinde? Ni siquiera hoy. Piensa ella. A su mente, llega el día en el que se conocieron. Se le escapa una tímida sonrisa al recordarlo. Ella fue a casa de su novio. Habían quedado para comer y, después, empezar con los preparativos de la boda. Después de más de 10 años de noviazgo, al fin habían decidido dar el paso. Habían esperado a tener una situación estable que los respaldara en su futuro juntos. Cuando ella llegó a casa de su chico, oyó el agua de la ducha. Entró sigilosamente para darle una sorpresa… y al final fue ella la sorprendida. Se encontró a un hombre que no había visto en la vida. Era un primo lejano de su novio. Había venido a la ciudad a ayudarlos con algunos de los detalles de la boda. Desde ese día, ÉL no se cortaba. Era unos cinco años mayor que su primo… y eso se notaba. Pero parecía un quinceañero al lado del novio. Y en parte, eso le gustaba a ella. Le hacía recordar los tiempos en los que comenzó a salir con su pareja: el tonteo, el coqueteo, las interminables llamadas, los detalles… en definitiva: la ilusión de saber que gustaba a otra persona. Pero, también, esta nueva situación la hacía ponerse muy nerviosa. Temía que la relación sólida que su novio y ella habían logrado crear se viniera abajo de la noche a la mañana de un plumazo.
El hombre seguía en la iglesia, observando a la novia. "Aún estás a tiempo". Pensaba para sus adentros. "Yo te puedo ofrecer cosas que mi primo nunca lo hará más: aventura, diversión, descontrol… volver a ser adolescentes y vivir sin ataduras". Se sentía hipnotizado: la novia estaba realmente hermosa con ese vestido que él mismo había elegido para ella. Recuerda ese momento. Una de las múltiples veces de las últimas semanas en las que se habían quedado los dos solos. Él se paró ante un escaparate y vio el vestido. "Está hecho para una diosa como tú". Ella rió ante el atrevimiento. Ya se estaba acostumbrando a sus osados comentarios. Entró en la tienda para probarse el vestido con la única intención de callar al chico. Pero cuando se lo vio puesto, los dos se enamoraron de él. Por fin conseguían estar de acuerdo en algo.
Como si hubiese leído sus pensamientos, la novia por fin se atreve a mantenerle la mirada. Pero en esta ocasión es diferente. La mirada está llena de compasión. Es como si ella le pidiera perdón por no haberlo elegido a él, porque a pesar de todos los intentos, ella seguía dispuesta a casarse con el hombre que en esos momentos entraba por la puerta de la iglesia, con la cara descompuesta por su tardanza pero más feliz que nunca...

miércoles, 18 de agosto de 2010

LA MENTIRA DE "LA VERDAD". (INUNDACIONES EN ÁGUILAS, MURCIA)



Despierto el martes 17 de agosto a las 12 y 15 del mediodía. Bueno, en realidad me despiertan. Sólo puedo escuchar: "¿Oíste la lluvia de esta mañana?"... ¡Claro que la escuché!. A las 6 y 15 de la mañana me acosté y di unas cuantas vueltas en la cama. El ruido de la lluvia sobre el techo del porche de mi vecina no me dejó dormir hasta pasado un buen rato. Vuelven a hablarme y me dicen: "Esta madrugada la rambla se ha desbordado, hay inundaciones"... Menuda novedad, -es lo primero que pienso-. Siempre que llueve en Águilas con fuerza la lluvia ha arrastrado al mar troncos secos, todo tipo de basura e incluso hasta algún animal muerto. "Hay 17 coches junto a la plataforma, dentro del mar"... Esta última frase es la que hace que me levante de un salto... ¿¿¿QUÉ???... Será una broma. O no lo habré entendido bien.
Me dan los nervios... ¡Vamos!. ¡Corred, corred!. ¡Veamos lo que ha pasado!.
Es increíble. ¿Cómo la lluvia va a arrastrar un coche mar adentro?. "Nooo. Uno no... 17. Y es posible que haya alguno más en el fondo, debajo de los coches que aún se ven."

Llegamos al lugar. Vemos los coches que aún están en la rambla; los que han conseguido no llegar hasta el mar porque han chocado con las palmeras, paredes, señales de tráfico... o contra otro coche.
Nos hacemos una foto mi prima, mi hermano y yo. Mi hermano, que es autista, no tiene ni idea de lo que pasa. Mira curioso para todos lados porque ve (o intuye) que algo está pasando fuera de lo normal. Quiere irse porque al andar nos quedamos atrapados en el barro. A mí por poco se me rompe la chancla de playa tratando de salir del lodo que nos cubre más arriba de los tobillos.

Águilas, nuestro segundo hogar, el pueblo de nuestra vida (los tres somos de ciudad) está patas arriba.

Nos hacemos una foto para inmortalizar este día tan extraordinario, tan diferente, porque estamos en el centro de la noticia... y yo, que estoy estudiando periodismo, con más interés aún... Pero cerca de nosotros se encuentran periodistas del diario La Verdad de Murcia. En concreto dos, que no demuestran ser muy profesionales y que parecen tertulianos de algún programa de televisión basura que tanta audiencia tienen. Se sirven de un amarillismo sin escrúpulos para ridiculizarnos a los tres. Insisto: MI HERMANO ES AUTISTA y no es consciente de lo que está pasando.
Esta mañana aparecía nuestra foto en este "verídico" periódico para "informar" de que "algunos turistas y veraneantes no dudaron en fotografiarse junto a coches destrozados, como si de una postal veraniega se tratara. En la imagen tres chicos sonríen junto a un vehículo afectado". (Página 5)...

¿¿¿TRES CHICOS SONRÍEN???. Mi hermano no sonríe. Está haciendo estereotipias propias de su enfermedad. Mi prima mira al suelo para no resbalarse, y yo guiño los ojos porque me molesta el sol... ¿¿¿ESO ES REÍRSE???. ¿¿¿ESO ES HACER FOTOS "COMO SI DE UNA POSTAL VERANIEGA SE TRATASE"???.

Que se dediquen a informar con la verdad o que cambien el título del periódico. Y que no vuelvan a sacar fotografías de un chico deficiente, incapacitado y de una menor de edad sin el consentimiento de sus padres.

viernes, 30 de julio de 2010

La novia en el altar (Segunda opción).



Llegó el día tan esperado. El día más importante de su vida. Allí estaban su madre, su tía, su abuela, su otra tía, su prima, la vecina, la amiga de la vecina, la mujer del portero… y otras tres mujeres a las que no había visto nunca. Todas miraban a la novia emocionadas y sin parar de hablar: “Y yo en mi boda…”. “Y fue un día…” las palabras le entraban por un oído y le salían por el otro. La ansiedad la atormentaba. ¿Casarse? Renunciar a la libertad y a la independencia. Tener que dar explicaciones de todo. No poder disfrutar de la vida de forma inconsciente y alocada... no. Este último pensamiento lo desechó rápidamente de su cabeza. En el fondo, no estaba siendo lo suficientemente sincera consigo misma. Durante todo su noviazgo, él siempre le había dado libertad. Sabían organizarse y comprendían que hay momentos para todo: estar con la familia, con los amigos, preocuparse de tu trabajo y tus obligaciones, tiempo libre para ti solo y, por supuesto… tiempo para estar con la persona que amas. Nunca habían tenido problemas al respecto y los dos se respetaban y se daban su espacio. Algo más tranquila miró el reloj que, precisamente, él le regaló cuando estuvieron en Ginebra. ¡Ya es la hora!. Miró en todas direcciones. Tenía la sensación de que le faltaba algo. Su madre se puso a llorar y le dijo lo guapísima que estaba y lo mucho que la iba a echar de menos. La novia se puso aún más nerviosa.
Sin saber muy bien cómo, consiguió llegar hasta el coche. Al arrancar, el pánico volvió a poseerla. No, no podía hacerlo. Era demasiado joven. Y esta decisión tenía que ser para toda la vida. Daba tanto miedo la frase… y mucho más teniendo en cuenta las estadísticas de divorcios y relaciones fallidas que hay en los tiempos que corren.
La llegada a la iglesia interrumpió sus pensamientos. Los invitados la observaban y cuchicheaban. Algunos la miraban como si quisieran darle el pésame. La novia se puso histérica. Le apretó el brazo a su padre, que era quien la iba a llevar hasta el altar. Intentó preguntarle qué ocurría, pero las palabras no consiguieron salir de sus labios. ¡El novio no ha llegado! Claro, pensó, se ha arrepentido. No quiere atarse. En el fondo, es un niño que no quiere crecer y tener responsabilidades. No quiere comprometerse. Los miedos de él han sido más fuertes que el amor que me tiene… No, no y no. Quería alejar todos esos horribles pensamientos de su cabeza. Todas sus dudas eran productos de los nervios. Todo va a ir bien. Vendrá. No es la primera vez que llega tarde. Siempre ha sido un poco desastre para eso.
Vió el coche del novio y su figura desencajada ante su tardanza. Y entonces, la novia sonrió y recordó por qué estaba tan enamorada de ese hombre.

lunes, 26 de julio de 2010

La novia en el altar


Llegó el día tan esperado. El día más importante de su vida. Ese acontecimiento que iba a marcar un antes y un después en su relación. Esa decisión que unía más y más sus caminos. Después de muchos pasos pequeños y sin pausas; de dudas, discusiones y temores pero, sobre todo, de amor, alegría y seguridad, creían que ya era hora de formalizar su relación pasando por el altar.

La novia estaba radiante. No paraba de reír y de llorar. Había acudido en menos de media hora cinco veces al cuarto de baño. Casi todas, se quedaba sentada, apoyaba las manos en la cabeza (con cuidado de no deshacerse el peinado) y respiraba e inspiraba una docena de veces antes de volver a salir. Había mucha gente ayudándola a arreglarse y se estaba agobiando. Miraba el reloj que se encontraba en la mesita de su habitación. Ese reloj se lo regaló él cuando estuvieron en Ginebra. Sonrió al recordarlo. “¡Todas las cosas que he vivido con este hombre!... ¡y esto sólo es el principio!”. Se miró al espejo y se vio vestida de novia. No se podía creer que fuera ella la que llevaba esa preciosidad blanca. ¡Con la de veces que quiso tirar la toalla!. ¡Con todas esas historias que su alocada cabeza se inventó para asegurarse a sí misma de que el amor no existía!. Volvió a mirar el reloj. Odió la estúpida tradición de que la novia tenía que llegar tarde. Y el tiempo no pasaba. Y quería ya por fin verse en el altar cogida de la mano de su marido. “¿Mi marido? ¡Qué bonito suena!”.
Por fin le dijeron que ya podían ponerse en camino. Se metió al coche mientras miraba todo lo que dejaba atrás pensando: “cuando vuelva, dejaré de ser una señorita y seré una señora”. Todo le daba vueltas. Se estaba mareando. Necesitaba parar y poner los pies en suelo firme. Y así sucedió. Llegó a la puerta de la iglesia. Los invitados se volvieron a contemplarla: “¡La novia llegando antes que el novio! Seguro que él se había echado atrás”. Pero ella sabía que no. No tenía dudas. Sólo estaba ansiosa por verlo. Lo echaba de menos. Pero sabía que estaría allí y que se casaría con ella. Porque habían superado muchos obstáculos y seguían estando juntos y amándose. Y eso era lo único que importaba.
Vió el coche del novio y su figura desencajada ante su tardanza. Y entonces, la novia sonrió y recordó por qué estaba tan enamorada de ese hombre.

miércoles, 7 de julio de 2010

TÚ TIENES LA CULPA

No puedo ir por la calle. Todo me recuerda a ti. Estoy en una tienda y ponen alguna de nuestras canciones. Salgo de fiesta con los amigos a bailar, y lo mismo. Paseo por la ciudad y me encuentro a una pareja que se parece a nosotros... podríamos haber sido nosotros... creía que llegaríamos a ser nosotros.

Ahora, encima, se añade el hecho de que podemos encontrarnos en cualquier lugar. Y no me siento preparada para afrontarlo. A solas, imagino ese momento de nuevo: creo en mi mente las mil y una situaciones en las que consigo vencerte, desterrarte de mi vida y de mis pensamientos; pero, ¿luego?. Sólo puedo sentir impotencia, tristeza, melancolía.

IMPOTENCIA por no entender tus motivos. Porque ya que yo no tengo fuerzas para hacerlo, tú eres el que podrías cortar de raíz, ser lo suficientemente... humano como para llegar a mí y ser sincero conmigo. Creo que, al menos, eso es lo que me debes después de todo.

TRISTEZA porque no consigo olvidarte. Porque intento ser racional, volver a ponerme esa coraza que ya una vez me funcionó... pero ahora ya no puedo. Ya es demasiado tarde para mí. Y tú tienes la culpa. Me diste ilusiones y esperanzas y, ahora... ¿pretendes que lo olvide todo? ¿Por qué? Si al menos me dieras una explicación, si me dijeras algo, podría comenzar a pasar página. Pero tu silencio y tu forma de alargar mi agonía sólo me convierten en una cría estúpida que vuelve a creer en cuentos de hadas. Y tú tienes la culpa.

MELANCOLÍA... creo que ya no hace falta explicarte por qué me siento melancólica.

martes, 29 de junio de 2010

EL ETERNO ANHELO DE LA LIBERTAD: La sonatina (100 años después)

La princesa está triste, suspira, ha perdido la risa y el color. Deambula por todas las estancias de palacio. Contempla su silla de oro y recuerda esas épocas en las que podía sentarse horas y horas en ese lugar con una rosa en la mano. A veces, ese obsequio se lo enviaba el príncipe de Golconda; otras veces, era el principe de China; e incluso ¡le enviaba rosas el rey de Ormuz!. Pero ya ni siquiera le importa todo eso. Ahora, se acerca curiosa. Ve un vaso donde una flor está marchitándose. Antes, se hubiera reído por ese olvido. Pero ya no siente nada. No tiene fuerzas. Sólo puede perseguir “la libélula vaga de una vaga ilusión”.



Corre hacia los amplios ventanales. Entra demasiada luz. Echa las cortinas. Se sienta en su silla y cierra los ojos. Se imagina cumpliendo su gran sueño: VOLAR, perdiéndose “en el viento sobre el trueno del mar”. Quien escuchara sus pensamientos, se escandalizaría. ¡Una princesa como ella en un ambiente tan mundano como el mar! ¡Menuda aberración! Pero nadie puede entrometerse en sus pensamientos y, soñando, puede viajar a cualquier lugar. Una tímida sonrisa se le asoma en su pálido y hermoso rostro. Al fin, abre los ojos y mira a su alrededor. Ve las sombras de los objetos, la oscuridad. Recuerda que sigue en palacio y siente una presión en el estómago.

Sale corriendo por los pasadizos secretos. Mirando con mil ojos cada esquina para que ninguno de los lacayos consigan descubrirla. Llega hasta el jardín. “Están tristes las flores por la flor de la corte”. Y es que, si la princesa no las cuida, no crecen con esa hermosura que las caracteriza. Y la princesa lleva mucho tiempo sin prestarles atención. Consigue dejar atrás el jardín y ve a lo lejos la salida del palacio. Ya casi puede tocar con la punta de los dedos los aires de la libertad. Pero, de repente, aparecen " los guardas y el dragón colosal". La miran de forma indiferente. En realidad, a ellos les da igual; pero tienen que ganarse el sueldo.

La princesa está triste. Se deja caer y rompe a llorar. Ya no puede más. ¿Cúando conseguirá volar “a la tierra donde un príncipe existe”? Cada día que pasa, la posibilidad se aleja más. La esperanza y la ilusión se van apagando. Al igual que la flor que se encuentra al lado de su silla de oro. O, incluso, como ya empiezan a hacerlo las flores de su jardín. Su hada madrina le vuelve a repetir: “hacia aquí se encamina el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos a encenderte los labios con un beso de amor”.

viernes, 28 de mayo de 2010

INTENTO DE SONETO AL INSTANTE, PARA PENSAMIENTOS DELIRANTES

Nos vimos en un día muy soleado
Cuando faltaba la felicidad
Me encontraba mal y tú muy cansado
Nos atormentaba la soledad.

Hablando me acordaba del pasado
Tu mirada mostraba caridad
Con mi sonrisa estabas aliviado
Veíamos el amor de verdad.

Y llegó el momento de hablarlo claro
Conocernos fue cosa del destino
Aunque todo nos pareciera raro.

Nuestra historia vendrá en un pergamino
Y rodando sin cesar como un aro
Seguiremos juntos nuestro camino.

domingo, 16 de mayo de 2010

TÚ Y YO


¿Sigo siendo yo? No, no puede ser. No tengo esa sensación. Me levanto y me miro en el espejo. Aparentemente sigo siendo la misma. Pero no, me noto diferente. ¿Otra mirada?, ¿otra sonrisa?… no sé, no es algo concreto. Es… todo y a la vez… nada. Me siento ligera. Muy ligera. Sin pesos que me intenten asfixiar. Mucho más segura. Y sin miedos. Ya no tengo miedos. Y sé que tú eres el culpable. Y por fin me atrevo a decírtelo, a confesármelo a mí misma. A no dejarme arrastrar por esa sensación de miedo que parecía que era algo inherente en mí. Y ahora soy feliz, porque he tomado la decisión de intentarlo. De intentarlo no, de conseguirlo. De luchar con uñas y dientes y contra dragones si es preciso para que seas el rey del reino que tú has construido para mí. Porque el destino, el azar, la casualidad, la coincidencia, la vida… o como quieras llamarlo, no nos ha puesto a uno en el camino del otro por nada. No podemos habernos conocido en el culo del mundo cuando llevábamos tantos años cerca por nada. Lo sé. Ahora lo sé. Y quiero darte las gracias. Mil veces gracias. Infinitamente gracias por todo. Y porque aunque pienses que hemos perdido el tiempo yo en realidad creo que todo ha ocurrido en el momento oportuno.

lunes, 26 de abril de 2010

TE ADMIRO

Ahora mismo tengo 21 años. Los mismos que tú tenías cuando te casaste. Por eso, lo considero una locura. Hiciste una locura. Pero, al fin y al cabo, fue tu locura. La locura de una chiquilla joven e ingenua que estaba muy enamorada y dejó su brillante futuro académico por amor. Querías formar una familia. Soñabas con ser madre.

Por eso siento esa admiración por ti. Porque luchaste durante más de 13 años por cumplir tu sueño. Y nunca, nunca, cesaste en tu empeño. ¡Deseabas tanto ser madre!… Veías a tus dos hermanos, el pequeño y la mayor, que conseguían ser padres cuando ni siquiera lo deseaban con tanta fuerza como lo deseabas tú. Y en lugar de sentir rabia, impotencia o incluso envidia, lo único que podías sentir era una alegría inmensa. Tú fuiste la primera persona que me quiso cuando supiste que iba a venir al mundo. Y puede que por eso seas para mí esa segunda madre que siempre ha estado y está ahí para cualquier cosa que necesite. Porque sé que yo también fui para ti esa primera hija que aún no podías conseguir.


Pero, al final, todos los esfuerzos de la gente buena son recompensados y, por suerte, el mundo no es tan injusto como parece. En 1995 conseguías concebir a tu primer bebé. Podías por fin experimentar lo que es tener vida en tu interior. Tener tus propios hijos. Fuiste siempre tan valiente como para seguir luchando por ello. Y, al final, conseguiste a una hija y a un hijo preciosos a los que quiero como si fueran mis hermanos. No podía ser de otra manera teniendo en cuenta que tú eres como otra madre para mí.

Y vuelves a sorprenderme. Vuelve un nuevo motivo para sentir admiración por ti. A pesar del paso del tiempo, de que eres una mujer madura con dos hijos de 14 y 10 años y que tiene un trabajo estable del que no se puede quejar, decides retomar lo que dejaste a medias. Para satisfacción tuya personal. Después de más de la mitad de tu vida pensando siempre en los demás y haciendo siempre cosas para ayudar a tus seres queridos, vuelves a pensar en ti. Vuelves a demostrar ser esa persona fuerte y valiente a la que tanto quiero. Sin miedo a la edad. Sin miedo a que el paso del tiempo haya podido hacerte perder tus facultades de aprendizaje y memorización, decides terminar tu carrera de Derecho, ésa que hace 27 años dejaste por un hombre.

Ahora eres mujer, esposa, madre, trabajadora, ama de casa y, además, estudiante. Y a pesar del estrés de llevar a la vez todas estas obligaciones, sigues adelante. Porque es algo que siempre te ha caracterizado y lo sigue haciendo. Esa valentía y esa fortaleza de espíritu que muy pocas personas en el mundo conseguís tener.

¡Me siento tan orgullosa de ti! Muchas gracias. Gracias por ser ese referente al que tanto me gustaría parecerme.

viernes, 16 de abril de 2010

EN EL AUTOBÚS

Viaje en el autobús. Como todos los días. De vuelta a casa después de una mañana intensa en la Universidad. Voy escuchando música en mi MP3, absorta, en mi mundo. Como siempre. Pero algo me trae de vuelta al mundo de los vivos. En una parada suben un chico y una chica y se sientan por la mitad del autobús. Yo estoy por el final. No sé por qué pero los observo. Algo en ellos me ha llamado la atención. Miro sus espaldas y sus cabezas, que a veces se giran para mirarse el uno al otro mientras hablan. Sonrío para mí misma. La escena me gusta, hacen buena pareja, y se les ve muy bien juntos. Bromean y ríen. No los oigo hablar, pero él tiene que haberle dicho algo a ella para picarla, porque la chica le da un puñetazo en el hombro mientras él se sonríe y le rodea con un brazo para “tranquilizarla”. La siguiente parada es la mía, pero no me muevo del sitio. Los sigo observando, como si una fuerza invisible me obligara a hacerlo. No sé exactamente cuál es el motivo que me hace estar pendiente de ellos: puede que sea que me evocan algo, que se materializa ante mis ojos un recuerdo (o varios), que me siento identificada, o que simplemente me gusta observarlos; imaginarme cómo se conocieron, cómo empezaron a relacionarse, cómo se fijaron el uno en el otro, desde cuándo tontean, si se han dicho abiertamente que se gustan, si ya están saliendo, si se hablan con indirectas o con mensajes entre líneas…

Observo que la chica se mueve. Se dispone a bajar en la siguiente parada. Mis elucubraciones se contestarán. Y sin pensármelo me dirijo a la puerta que se encuentra justo al lado de ellos. Por fin puedo oírles hablar:



- Nos vemos esta noche, ¿no? –le pregunta ella mientras le da dos besos de despedida.
- ¡Qué va! Al final viene mi novia a pasar la tarde conmigo –le contesta él.
- Bueno, entonces nos vemos mañana. Y no le des mucho el follón, pobrecica.

Entonces al final… ¡él tiene novia! Él aún tiene un poco de color en las mejillas desde que le ha dicho esa última frase, esa frase lapidaria que, aunque parezca algo absurdo, a mí me ha afectado bastante. Aunque bueno, no es una noticia nueva para ella. Cuando se ha enterado de que no lo va a ver esa noche porque él estará con ELLA, se ha quedado callada unos segundos. No sé si él se habrá dado cuenta de eso, pero yo sí. En todo el viaje no han estado ni un solo segundo callados hasta ese momento. Esa frase que ha terminado rompiendo la magia que había entre ellos. Por suerte, ella ha sabido reaccionar a tiempo, gastándole una broma, y desapareciendo del autobús dejándome con una sensación extraña. Sin demostrarle al mundo su chasco, la rabia y la impotencia.

lunes, 22 de marzo de 2010

ALTIBAJOS


Porque hay momentos en que una sonrisa se te escapa cuando menos lo esperas.

Porque, en otras ocasiones, es una lágrima la que sale rebelde de tu ojo y va a parar a la comisura de tu boca.

Y todo esto se debe a esos sentimientos que te embargan, que te llegan de sopetón y sin darte cuenta. Que reaparecen de su escondite para recordarte que aún sientes añoranza, alegría, emoción, tristeza… y todas esas sensaciones que forman parte de nuestra vida. Todo eso que, aunque intentemos ocultarlo o hacerlo desaparecer, siempre está presente.

Pero, por suerte, una foto te puede hacer recordar con alegría. Puede hacer que ese sentimiento de añoranza se transforme por un instante en un sentimiento de felicidad ante la idea de contar con una prueba de que todo eso que recuerdas sucedió de verdad. Que todo en lo que piensas constantemente no fue producto de la imaginación. Y que tienes esa prueba viviente e inmortal para recordar siempre.

Además, un amigo, familiar o ser querido en general puede hacer que te sientas de nuevo bien, que no sientas vacío ni soledad. Que te sientas querido y apoyado. Y que tengas ganas de volver a construir tu vida, una vida mejorada, y con todas esas vivencias maravillosas a tus espaldas.

Porque no es bueno lamentarse por las cosas que ya no pueden ocurrir y, a veces, es bueno alegrarse al recordar las experiencias que pudiste vivir y tuviste el honor de tener.

Porque a veces sólo necesitas un instante para que se haga la luz… aunque al rato vuelva a apagarse.

martes, 16 de marzo de 2010

ENTRE DOS DESTINOS

Por fin llegó ese día que tanto estabas esperando. Él se acercó cuando estabas sentada en el banco descansando, esperando a tu amiga. Se quedó un rato contigo, hablando, hasta que al final te dijo: “¿te has enterado de la fiesta que hay dentro de dos semanas para celebrar el fin de los exámenes? Yo voy a ir. Espero verte allí. Hasta entonces.”

No te dio tiempo ni a reaccionar. Te quedaste un rato inmóvil como una estatua hasta que al final tu cerebro procesó la información. ¡Dos semanas! Aún faltaban dos semanas para volver a verlo. Pero todo era diferente. La diferencia era que él te había dicho que os ibais a ver y… ya no sólo eso, sino que ¡¡¡quería verte!!!. Esa noche te buscaría en la fiesta porque le apetecía encontrarse contigo. Estar contigo. Pero aún faltaba dos semanas. Catorce días. Muchas horas. Y muchos acontecimientos que podían darle a tu vida un cambio de 180 grados.

Esas dos semanas se iban a hacer interminables. Los minutos no pasaban. Las horas, mucho menos. Y aún seguían quedando muchos días para la gran noche. Tenías que entretenerte. Debías buscar otras distracciones que te hicieran olvidar la lentitud del paso del tiempo. Y al final lo hiciste.

Te centraste en tus estudios (te costó, pero tenías más fuerza de voluntad de lo que creías). Después de clase te encerrabas en la biblioteca a estudiar. Allí, al menos, tenías menos distracciones de las que puedes encontrar en casa. Ver a tantísima gente estudiando, además, te motivaba para hacer lo mismo. Y a los pocos días conocías las caras de todos. Erais siempre los mismos. Incluso a veces mirabas el reloj y pensabas “tiene que estar a punto de llegar el chico castaño que se sienta en la mesa que tengo a la derecha”. Y a los 10 minutos aparecía. Él también te había visto y te saludaba levemente con la mano. Recordaste entonces esa vez que salió a por un botellín de agua y te preguntó si querías algo. O en esa otra ocasión en la que te dijo que te merecías un descanso y si salías con él a tomar un café. La verdad es que era muy simpático. Y, a partir de ahí, aceptabas siempre que te lo decía sin dudar.

Una tarde, como ya era costumbre para ti, volviste a mirar el reloj. Pero el chico del pelo castaño no aparecía. Estuviste esperando impaciente, mirando sin pestañear hacia la puerta por la que tenía que entrar. Como si así consiguieses que fuese a venir. Pero no lo hizo en toda la tarde. “¿Y ahora qué hago?”, pensaste después de haber salido a tomarte el cuarto café de la tarde. Ese día regresaste a casa un poco avergonzada del comportamiento absurdo que habías tenido. No entendías por qué la presencia de ese chico era tan importante para ti. Miraste el móvil. ¡Tres días! Sólo faltaban tres días para la gran noche. Después de tanto tiempo esperando por fin ibas a encontrarte con tu chico. El del banco. Empiezas a recordar la conversación que tuviste con él, pero vuelven a tu mente imágenes de apuntes, de libros… de la biblioteca. Y ves de nuevo al chico castaño resoplando, pasando páginas, bebiendo agua.


Llega la gran noche. Estas con tus amigas y una voz a tus espaldas te sobresalta: “veo que al final has venido. Me alegro de verte”. Y ahí está. El chico del banco. Te está sonriendo, esperando tu reacción. Esperando tu contestación. Pero tú no sabes qué hacer ni qué decir. Por una milésima de segundo pensaste que era otra persona. Y te sientes un poco triste al comprobar que no es así. Te sientes incómoda. Nerviosa. Y, sin dudarlo un instante, te tomas de un trago la copa que llevas en la mano.

Te acercas a la barra a dejar el vaso. Y… ¡terminas viéndolo!. Un cosquilleo en el estómago te pone la piel de gallina y notas un pequeño vuelco en el corazón. Por fin da señales de vida. Es el chico de la biblioteca hablando con un par de amigos. Observas sus gestos, sus manos, su forma de hablar, de mirar. Y te sientes contenta de poder analizarlo detenidamente sin que él se dé cuenta. Al final vuestras miradas se cruzan y te asustas. Pero te recompones pronto y le saludas con la mano. Como él siempre te hacía cuando entraba en la biblioteca y te veía. Te sonríe como nunca lo ha hecho (o esa al menos es tu impresión). Y se acerca a ti…

lunes, 1 de marzo de 2010

MI ERASMUS EN IMÁGENES

Lamento la pésima calidad, pero es que la informática no se creó para mí. Lo importante es el cariño con el que lo he hecho. Muchas gracias a todos por hacer realidad esta vivencia. Porque con todas estas fotos y con las que no he podido incluir para no hacer el vídeo muy pesado, me doy cuenta de que esto no ha sido un sueño. Y que me ha ocurrido de verdad.

martes, 16 de febrero de 2010

EL HOMBRE DE MI VIDA

Intento hacer memoria y no recuerdo la primera vez que lo vi, ni lo que pensé de él, ni lo que sentí al verle. Supongo que eso quiere decir que para mí simplemente era una persona más, como cualquiera con la que te cruzas por la calle y no le das importancia. Muchas veces después de conocernos he intentado pensar, me he estrujado la cabeza pretendiendo recordar cuándo fue la primera vez que nos vimos, si nos miramos o si ni siquiera nos dimos cuenta de nuestra mutua presencia. Ahora solamente tengo ráfagas, momentos en los que lo vi con sus amigos, riendo, bailando, bebiendo en un bar o en una discoteca. Cuando pienso en esos momentos me gustaría mirar a ese chico y decirle: “tú y yo terminaremos estando juntos”. Seguro que se hubiera reído. Y ya no sólo porque todavía no nos habíamos ni dirigido la palabra, sino porque era algo absurdo. Él y yo. No había nada en lo que pudiéramos fijarnos el uno en el otro.

Pero llegó el momento. El principio de todo. Una de las noches más importantes de mi vida. Esto también es algo absurdo si tenemos en cuenta que, como en ese momento no significó nada para mí, no tengo recuerdos sólidos de ese encuentro. La primera vez que hablamos. No recuerdo el motivo por el que me habló, y él se acuerda de las cosas mucho menos que yo. Ya sabes cómo es. Creo que fue por culpa de un amigo común con el que me puse a conversar. Él se metió por el medio y dijo algo que no recuerdo en absoluto. Seguro que no tiene importancia lo que dijo. Lo que realmente es importante es lo que sentí en ese momento. “Ya está el típico chulito que necesita oírse a sí mismo y comprobar lo simpático y gracioso que es”.

A partir de entonces coincidimos mucho más en las fiestas. Cada vez que me veía no paraba de hacer malabarismos: que te invito a una copa por aquí, que te acompaño a casa por allá, que nos vemos el sábado que viene… y una fuerza sobrenatural en mí fue cambiando. “No entiendo cómo me puede caer bien el payaso éste”, era lo que pensaba.

Pero mi lucha interna no podía ser eterna. Terminé reconociendo que lo había conseguido. Que al final, tanto como le repetí la frase “si piensas que conmigo van a funcionar tus jueguecitos de seducción lo llevas claro”, se había vuelto contra mí. No sólo habían funcionado, sino que me pasaba la semana entera contando los minutos que faltaban para volver a verlo, rememorando cada frase y cada broma que nos habíamos intercambiado. El resto de la historia, ya lo sabes, hijo mío. Tu padre y yo te la hemos contado mil veces. Cómo empezamos a salir, cómo nos casamos, cómo te tuvimos… pero nunca te había contado que antes de tomar la decisión de estar juntos, di muchas vueltas y mareé mucho a tu padre. Creía que cuando apareciera el hombre de mi vida una señal me revelaría quién era. Que el mundo entero se pararía y solamente el hombre que siguiera en movimiento sería el mío. Pensaba que sonaría una música de fondo que me ayudaría a adivinar que por fin lo había encontrado. No me imaginaba que mi príncipe azul tan sólo se encontraba cada sábado a un par de metros de distancia, esperando a que se diera la situación adecuada para entrar en mi vida y ponerla patas arriba.

sábado, 6 de febrero de 2010

21 RAZONES PARA SER FELIZ

- Porque estar de Erasmus es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida

- Porque estoy en la época adecuada para ser capaz de quererme más

- Porque por fin me siento orgullosa de mí misma

- Porque he conseguido conocerme mejor

- Porque las malas experiencias han hecho que me haga más fuerte

- Porque estoy aprendiendo poco a poco a ser menos cobarde en muchos aspectos

- Porque he comprendido que no todos somos iguales y que hay que ser más tolerante

- Porque estoy consiguiendo aceptar mis defectos e intentar corregirlos

- Porque he descubierto que tengo virtudes que nunca hubiera imaginado

- Porque la distancia ha hecho que me percate de lo que de verdad merece la pena

- Porque tengo algo más claro lo que quiero conseguir en un futuro no muy lejano

- Porque intento aprender de los errores y no lamentarme tanto por el pasado

- Porque quiero disfrutar al máximo del presente

- Porque sé mejor con qué gente puedo contar realmente y para qué

- Porque cada persona que estoy conociendo me aporta algo distinto

- Porque ya no me lamento tanto por los que ya no forman parte de mi vida

- Porque he aprendido que hace daño quien puede y no quien quiere

- Porque he visto que una puñalada te puede llegar de quien menos esperas. Pero también, quien menos esperas, te puede demostrar lo mucho que vale

- Porque he conseguido que mis seres queridos se sientan orgullosos de mí

- Porque celebro mi cumpleaños en un nuevo entorno

- Porque la gente que me acompaña, aunque ha entrado en mi vida hace poco tiempo, es como si formaran parte de ella desde siempre


lunes, 18 de enero de 2010

EL MIEDO

“No es malo tener miedo; pero no podemos permitir que el miedo gobierne nuestra vida porque, si lo hacemos, dejamos de tener vida y pasamos, únicamente, a tener miedo”. Esta frase la oí hace algún tiempo en alguna película o serie de la tele y me hizo pensar.

Muchas veces dejamos que el miedo nos paralice y no nos deje seguir hacia delante. Dejamos que el miedo nos ciegue y no nos permita ver que existen otras cosas esperándonos, otras cosas buenas que están a punto de suceder para compensarnos por las malas. El miedo, en ocasiones, no nos deja darnos cuenta de que no siempre vamos a tropezar en la misma piedra. Que no todo lo malo de este mundo nos tiene que pasar a nosotros. Que no todo el mundo es tan rastrero como esas personas que nos han hecho daño. Y es que muchas veces somos como ese niño que tiene como mayor diversión subirse a un árbol hasta que un día se cae y, por el susto y por el daño que se hace, decide no volver a hacerlo.

Hay que despertar a la realidad y darnos cuenta de que nuestra vida es un constante viaje en un tren. En dicho viaje hay muchas paradas donde tienen que bajar algunas de las personas que tenemos a nuestro lado. Pero, por suerte, nuevas caras suben las escalerillas para ocupar algunos de los asientos vacíos. A veces, también, ciertas partes del tren están a oscuras y no apreciamos a primera vista que en esas zonas también existe gente. Gente a la que consigues ver gracias a que un movimiento accidental los delata o gente que, a lo mejor, se queda escondida para aparecer como súper héroes a tu rescate cuando de verdad los necesites. Una vez que lo hagan, se quedarán a tu lado hasta el final del viaje, pase lo que pase.

Ya sé que no es fácil. Nadie dijo que lo fuera. Pero, al fin y al cabo, en eso consiste la vida. John Lennon dijo una vez que la vida es aquello que te ocurre mientras estás ocupado haciendo otros planes. Y tenía razón. Mientras nos ocupamos en conseguir respuestas, en pensar sobre lo que queremos para nuestro futuro, en dudar sobre si esos a quienes consideras tus amigos de verdad te quieren... la vida pasa. Y estamos tan ocupados pensando en otras cosas que no podemos disfrutar de las cosas buenas que estamos viviendo. Y no puedes dejar nunca que un suceso aislado negativo pueda acabar con tantísimos detalles y vivencias positivas. Este es tu momento. Aprovéchalo junto a las personas que de verdad merecen la pena.