jueves, 10 de marzo de 2011
TODO EN UN INSTANTE
Una ciudad. Una noche. Escena en blanco y negro. Porque el blanco y negro siempre da más sobriedad y mucha más belleza a la imagen. La oscuridad contrasta claramente con las luces y las personas que se encuentran en ella. Un hombre que camina, se detiene ante un escaparate. La ha visto. La chica, detiene su copa en el aire al verlo a él. Y el tiempo se ralentiza. Cada vez, la cámara lenta se vuelve más lenta. Así podemos verlos tanto a él como a ella. Sus gestos, sus expresiones de la cara. El pie de él, que cambia su rumbo para ir al encuentro de ella. La chica que se levanta y se olvida del mundo de tal manera que la copa se cae al mantel, se rompe contra él y su contenido se desparrama por toda la mesa. A su vez, al chico se le cae el maletín. ¿Pero qué importa? Todo les da igual. Nada existe a su alrededor. Nosotros podemos ver el cristal del escaparate, que se rompe encima de la chica cuando ella lo atraviesa para juntarse con él, podemos ver el coche que atropella al chico… pero son solamente ilusiones ópticas nuestras. Porque el mundo conocido no existe en esta realidad alternativa. El único mundo realmente existente son ellos, suspendidos en el tiempo y en el espacio en un lugar donde la gravedad no existe. Solamente están ellos, su conexión, su contacto, sus deseos y necesidades irrefrenables de unirse, de tocarse, de besarse.
Porque hay acontecimientos en la vida que solo necesitan de un instante, de un segundo, para ocurrir… acontecimientos trascendentales que cambian tu vida en una milésima de segundo sin motivo aparente y sin poder medirlo con las unidades de medida tradicionales conocidas en este mundo. Por ello, necesitamos de una hiperrealidad como la construida por estos dos desconocidos para entender y comprender estos cambios que se producen sin que seamos conscientes de ello.
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