"Todos los LUNES compartiendo mis sueños y pensamientos contigo"

lunes, 26 de julio de 2010

La novia en el altar


Llegó el día tan esperado. El día más importante de su vida. Ese acontecimiento que iba a marcar un antes y un después en su relación. Esa decisión que unía más y más sus caminos. Después de muchos pasos pequeños y sin pausas; de dudas, discusiones y temores pero, sobre todo, de amor, alegría y seguridad, creían que ya era hora de formalizar su relación pasando por el altar.

La novia estaba radiante. No paraba de reír y de llorar. Había acudido en menos de media hora cinco veces al cuarto de baño. Casi todas, se quedaba sentada, apoyaba las manos en la cabeza (con cuidado de no deshacerse el peinado) y respiraba e inspiraba una docena de veces antes de volver a salir. Había mucha gente ayudándola a arreglarse y se estaba agobiando. Miraba el reloj que se encontraba en la mesita de su habitación. Ese reloj se lo regaló él cuando estuvieron en Ginebra. Sonrió al recordarlo. “¡Todas las cosas que he vivido con este hombre!... ¡y esto sólo es el principio!”. Se miró al espejo y se vio vestida de novia. No se podía creer que fuera ella la que llevaba esa preciosidad blanca. ¡Con la de veces que quiso tirar la toalla!. ¡Con todas esas historias que su alocada cabeza se inventó para asegurarse a sí misma de que el amor no existía!. Volvió a mirar el reloj. Odió la estúpida tradición de que la novia tenía que llegar tarde. Y el tiempo no pasaba. Y quería ya por fin verse en el altar cogida de la mano de su marido. “¿Mi marido? ¡Qué bonito suena!”.
Por fin le dijeron que ya podían ponerse en camino. Se metió al coche mientras miraba todo lo que dejaba atrás pensando: “cuando vuelva, dejaré de ser una señorita y seré una señora”. Todo le daba vueltas. Se estaba mareando. Necesitaba parar y poner los pies en suelo firme. Y así sucedió. Llegó a la puerta de la iglesia. Los invitados se volvieron a contemplarla: “¡La novia llegando antes que el novio! Seguro que él se había echado atrás”. Pero ella sabía que no. No tenía dudas. Sólo estaba ansiosa por verlo. Lo echaba de menos. Pero sabía que estaría allí y que se casaría con ella. Porque habían superado muchos obstáculos y seguían estando juntos y amándose. Y eso era lo único que importaba.
Vió el coche del novio y su figura desencajada ante su tardanza. Y entonces, la novia sonrió y recordó por qué estaba tan enamorada de ese hombre.

1 comentario:

PARAPANIPLAJO dijo...

Hola, Laura!.

Muy bonita la forma de contar la historia. Por un momento me he sentido vestida de blanco y mirando el reloj. Un relato muy bueno: felicidades!.

Seguramente escrito con más intensidad que si hubiera sido escrito por alguien que ya ha vivido una experiencia similar hace ya muuuuuuchos años: el tamiz de los años acaba siendo aplanando el paisaje.

¿Sigues aceptando encargos (y retos) como los artistas del Renacimiento?...

¿Cómo sería este mismo relato en el que solamente son iguales las dos primeras frases y las dos últimas de tu relato y en las que el resto del relato es una duda constante?.

¿Te animas?

P.D.: Parapaniplajo, a diferencia de los Mediccis o los Austrias realiza encargos gratis. Lo siento...

Un abrazo muy fuerte y a seguir escribiendo tan rematadamente bien!.

PARAPANIPLAJO