Por probar… así empezó. Con tan sólo 13 años quiso descubrir lo que se sentía con un porrito encima. Ahora, con 21, no sabe prescindir de él. Antes de ducharse, cada mañana, ya lleva uno entre sus dedos. Es un círculo vicioso más y más pequeño del que le es imposible salir… o puede que en el fondo no quiera porque no encuentra o no ve ningún motivo para no seguir evadiéndose de su mundo.
Cree que no lo sé. Cree que dejé de seguirle la pista cuando, por suerte, nuestros caminos se separaron hace ya más de dos años. Pero no es así. Lo observo en la lejanía y veo en cierto modo su evolución. Puedo ver que ya no es ese niño lleno de vida, gracioso y simpático, algo tímido pero buena persona, que se ocultaba bajo sus pintas de pasar de todo. A mí no me podía engañar: no pasaba de todo… más bien había algo o alguien que le importaba. En su vida sin sentido había encontrado algo que le gustaba… pero no le apasionaba lo suficiente como para luchar por ello y eso hizo que al final sólo contara con las drogas para poder olvidarse de ese mundo y esa vida tan infeliz que llevaba. Parecía que todo sería pasajero, un mal trago de un adolescente que no tiene claro lo que quiere; pero ahora, hecho ya todo un hombre de 21 años, sigue siendo ese chico asustado que prefiere seguir escondiéndose dentro de esa fachada porrera y macarra antes que salir afuera y ver que hay muchas cosas estupendas y maravillosas que lo están esperando, siempre y cuando cambie de actitud.
Pero ahora es peor que antes. Los efectos de lo que se ha tomado en todos estos años le están pasando factura. Aparte de haberle afectado a su carácter, que ya no suele ser tan alegre y simpático como lo fue en su momento, actualmente se encuentra físicamente destrozado, difícilmente reconocible con esos rasgos que llevan el sello inconfundible de la muerte: esa persona llena de vida se ha convertido en un cadáver andante, un zombi que parece no encontrar su lugar y cuya imagen puedes “pegar” en cualquier fotografía como si de cosa de photoshop se tratase.
Si me estuviera leyendo puede que se riera de mí: “¿y a ti que más te da?”, sería la pregunta que no pararía de repetir. Pero ¡claro que me da!, me importa mucho. Me preocupa porque ese chico fue importante en mi vida hace varios años, porque no puedo ver cómo alguien que me importó tanto en el pasado destroza su vida por no encontrar aún algo que merezca la pena en ella, porque no soportaría que un día me llegaran noticias sobre que algo irreversible le hubiera ocurrido… más aún cuando sé que él ha visto morir a un amigo por un tema similar; así que eso debería haberle servido de ejemplo para tener algo más de cabeza y madurar.
Puede que aún no sea demasiado tarde para él (al menos, eso es lo que yo deseo… ya no sólo por él, sino por esa Laura adolescente a la que tanto enseñó de forma inconsciente).
Cree que no lo sé. Cree que dejé de seguirle la pista cuando, por suerte, nuestros caminos se separaron hace ya más de dos años. Pero no es así. Lo observo en la lejanía y veo en cierto modo su evolución. Puedo ver que ya no es ese niño lleno de vida, gracioso y simpático, algo tímido pero buena persona, que se ocultaba bajo sus pintas de pasar de todo. A mí no me podía engañar: no pasaba de todo… más bien había algo o alguien que le importaba. En su vida sin sentido había encontrado algo que le gustaba… pero no le apasionaba lo suficiente como para luchar por ello y eso hizo que al final sólo contara con las drogas para poder olvidarse de ese mundo y esa vida tan infeliz que llevaba. Parecía que todo sería pasajero, un mal trago de un adolescente que no tiene claro lo que quiere; pero ahora, hecho ya todo un hombre de 21 años, sigue siendo ese chico asustado que prefiere seguir escondiéndose dentro de esa fachada porrera y macarra antes que salir afuera y ver que hay muchas cosas estupendas y maravillosas que lo están esperando, siempre y cuando cambie de actitud.
Pero ahora es peor que antes. Los efectos de lo que se ha tomado en todos estos años le están pasando factura. Aparte de haberle afectado a su carácter, que ya no suele ser tan alegre y simpático como lo fue en su momento, actualmente se encuentra físicamente destrozado, difícilmente reconocible con esos rasgos que llevan el sello inconfundible de la muerte: esa persona llena de vida se ha convertido en un cadáver andante, un zombi que parece no encontrar su lugar y cuya imagen puedes “pegar” en cualquier fotografía como si de cosa de photoshop se tratase.
Si me estuviera leyendo puede que se riera de mí: “¿y a ti que más te da?”, sería la pregunta que no pararía de repetir. Pero ¡claro que me da!, me importa mucho. Me preocupa porque ese chico fue importante en mi vida hace varios años, porque no puedo ver cómo alguien que me importó tanto en el pasado destroza su vida por no encontrar aún algo que merezca la pena en ella, porque no soportaría que un día me llegaran noticias sobre que algo irreversible le hubiera ocurrido… más aún cuando sé que él ha visto morir a un amigo por un tema similar; así que eso debería haberle servido de ejemplo para tener algo más de cabeza y madurar.
Puede que aún no sea demasiado tarde para él (al menos, eso es lo que yo deseo… ya no sólo por él, sino por esa Laura adolescente a la que tanto enseñó de forma inconsciente).
5 comentarios:
Ufff, las drogas, tema complicado. Y más es dejarlo.
Un colega mío estuvo en el proyecto hombre. Es un cambio bestial, pero le ha costado mucho, y todo su entorno tiene que ayudar...
Espero que tu amigo consiga salir de ahí. Creo que no tienen nada bueno.
Un saludo!
¡Hola, Lau!
Menudo tema tocas en tu entrada: polémico, complicado... pero valiente.
¿Lo mejor o lo peor?: que sé de quién hablas.
Describes a la perfección el deterioro físico y mental del que empieza con "un porrito para unas risas".
Ese es el inicio pero... ¿cuál es el final?
Ese conocido tuyo, que no amigo, podría haberte metido en ese mundo de autodestrucción. A ti, y a cualquier persona que se le acercara. Era como la manzana podrida del cesto que a todas las sanas contamina.
Intentaste sacarlo de ese abismo en el que está sumergido, y casi te introduce en él "para que sintieras lo mismo".
Como tú, le deseo lo mejor, pero también quiero que cuanto más lejos de ti esté, mejor.
Un beso y buena entrada, ¡polaca!
Voy a coger una frase de García Márquez y espero que te ayude:
"No llores porque ya se terminó, sonríe porque sucedió"
Un abrazo!!!
¿Y de quién es la culpa?
Hace años, un político indecente, salió en un programa de televisión, diciendo que un porro no era nada, que no pasaba nada por fumárselo. Hubo otros que pusieron el grito en el cielo.
Al cabo de los años se han visto las consecuencias. Se empieza con uno, se aumenta el número, se pasa a drogas más fuertes y se acaba arruinando la vida de personas jóvenes que lo tenían todo para ser felices.
Besos y bonita entrada.
Metallica: sí. Las drogas es un tema demasiado complicado. Empiezas por el simple hecho de probar y, si no tienes fuerza de voluntad, terminas enganchado y buscando cualquier excusa para no dejarlo.
Mar: sí, tienes razón. El conocido al que me refiero era la manzana podrida del cesto que infecta a todas las sanas. Conmigo al final no pudo pero podría haberlo hecho. Sobre todo porque en esa época mi personalidad era bastante manipulable.
Daniel: conocía la frase pero creo que no es aplicable a este caso. De todas formas, gracias.
Nany: sí. Dependiendo de la persona un porrito puede llevarte a una adición o a un simple día de desfase; pero, ante la duda, mejor no arriesgarse.
Muchas gracias a todos por comentar.
Publicar un comentario