Es
triste el paso del tiempo, sobre todo, cuando nos empeñamos en aferrarnos al
pasado. Ya no eres un niño y no tienes el tiempo libre de antaño, cuando
aprovechabas el verano para desaparecer de casa y que tu familia solo te viera
para comer, dormir o cuando tenías que cambiarte de ropa… incluso a veces, ni
para entonces.
Ahora
tus obligaciones no suelen coincidir con las de tus amigos. Por eso, cuando
estás de vacaciones es difícil poder quedar con ellos… y viceversa. El móvil te
arde con propuestas cuando estás en tu horario de trabajo y tú te desesperas,
pesando en esos veranos de más de tres meses, durante los cuales conseguías un
moreno dorado envidiable. Ahora, te tienes que adaptar el amarillo nuclear de
estar bajo la influencia de los focos de la oficina.
¿Dónde
quedaron esas salidas a tus bares favoritos? ¿Esas jornadas interminables en el
chiringuito de la playa? ¿Las conversaciones profundas en tu mirador preferido,
desde el que se ve toda la bahía? ¿Las risas sin descanso y las aventuras
alocadas? ¿Los juegos y las comidas y cenas a la orilla del mar? No se sabe
pero lo que sí está claro es que ya están en el almacén de tus buenos recuerdos.
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